La crisis de 2001 puso en jaque a la Unión Cívica Radical luego de la penosa experiencia de la Alianza de Fernando De la Rúa. Uno de los fines primordiales de toda organización es garantizar su supervivencia.

Es por ello que los radicales utilizaron diversas estrategias para lograr dicho objetivo: un candidato propio (2003), un extra partidario como Roberto Lavagna (2007), el acuerdo con Francisco de Narváez (2011) y la conformación de un frente de centro izquierda con distintas fuerzas progresistas (2013).

Curiosamente a partir de 2015 viraron hacia la centro derecha y, luego de la Convención Nacional en Gualeguaychú, sellaron su alianza con el PRO a la que se sumaría la Coalición Cívica dando nacimiento a Cambiemos.

Mientras el PRO hegemoniza todas las decisiones políticas y económicas, el radicalismo presta su apoyo legislativo y el de sus gobernadores para sostener la dirección central de Macri.

A dos años y medio de inicio de la gestión es posible delinear algunos trazos sobre el funcionamiento de la coalición de gobierno. Mientras el PRO hegemoniza todas las decisiones políticas y económicas, el radicalismo presta su apoyo legislativo y el de sus gobernadores para sostener la dirección central de Mauricio Macri.

Adicionalmente, pone parte de su estructura electoral y territorial. Por su parte, la Coalición Cívica además de ser un sostén en el Congreso Nacional, oficia como una suerte de faro moral y republicano erigido en la figura de Elisa Carrió.

La incomodidad del radicalismo es clara. Siempre que puede deja entrever sus ganas de participar en la toma de decisiones. Sin embargo, el gabinete de los CEO's solo le dejó un lugar marginal al partido centenario dentro del Ejecutivo Nacional.

En el famoso círculo íntimo de Cambiemos tienen poca o nula injerencia. El reciente lanzamiento de la mesa chica en la que se incluiría a los radicales parece funcionar como una herramienta de contención más que un espacio donde el radicalismo pueda llegar a imponer alguna directiva.

La incomodidad del radicalismo es clara: no solo en el famoso círculo íntimo de Cambiemos tienen poca o nula injerencia, sino que encima deben soportar las chicanas de Carrió.

En ese sentido, los gobernadores Gerardo Morales (Jujuy), Alfredo Cornejo (Mendoza) y Gustavo Valdés (Corrientes) se reunieron con Mauricio Macri para manifestar su inconformidad con algunas medidas aplicadas por el gobierno y, a su vez, marcar la cancha y mostrar la intención de protagonizar las estrategias gubernamentales.

No obstante, lo cierto es que en el trasfondo de la cena estuvo el modo en el que los gobiernos provinciales en manos de la UCR aplicaran el ajuste exigido por el Fondo Monetario Internacional. El Presidente espera que sean estas provincias las que den el ejemplo y a las que se les exigirá mayor sacrificio, ya que negociar con los gobernadores peronistas será mucho más difícil.

"Que se rompa pero que no se doble", la frase de Leandro N. Alem a esta altura poca novedosa, refleja la declinación de algunas banderas del partido radical que, por ahora, prioriza los cargos y formar parte de la coalición de gobierno, aunque sea en un rol secundario a riesgo de resignar algunos lineamientos históricos del radicalismo.