Enviado especial

La esperanza es lo último que se pierde, reza un viejo refrán. Nada cae mejor a un seleccionado argentino que está a un paso del abismo, pero que festeja los goles de Nigeria (ante Islandia) para conseguir una vida más para el partido bisagra del martes.

Ya pasaron los memes. Ya se pidió la renuncia de Sampaoli. Ya criticamos con todo el fervor y con total justicia a Caballero. Ahora solo queda pedirle a nuestra única ilusión con nombre y apellido para que aparezca de una vez por todas: Lionel Messi.

No se trata de cargarlo de responsabilidades- o sí-, pero todos sabemos que su fútbol es el único capaz de cambiar un equipo apático con futbolistas que tienen un nivel sorprendente malo. Casi espantoso.

Por eso, además de la gota de suerte que nos entregó el conjunto africano y que pasará a ser nuestro próximo enemigo deportivo para soñar con la clasificación, el conjunto nacional sigue con vida. Y no es poco en un mundial donde las sorpresas están a la orden del día.

En estos momentos son las 22:13 (18:13 en Argentina) en el departamento donde estoy escribiendo esta nota en las afueras de Moscú y la angustia me desborda. Pero no puedo tener otra cosa que esperanza, esa que encontrás casi por inercia cuando te avisan que tenés una posibilidad más. La última para que este grupo no salga en las portadas como el gran fracaso de esta década.

No queremos pensar en la eventual eliminación en primera ronda, pero es una posibilidad que golpea las puertas de la concentración de argentina, de los miles que viajamos a Moscú ilusionados y también de los millones que esperan con ansias el encuentro del martes frente a Nigeria.

Me quedo con aquellos argentinos que aún prefieren dar la última gota de aliento que con el puñado que esperan agazapados una eliminación para ver hundida a esta generación que, por ahora, no pudo levantar la tan ansiada tercera copa del mundo.

No me importa Sampaoli. Es más: siempre coincidí con que no era el indicado y critiqué desde todos los espacios posibles sus planteos. No me gusta su línea de tres improvisada y menos la de cinco. No llegué confiado a este certamen, aunque tampoco quería creer el presente que nos indicaba este sinuoso camino.

Hoy respiramos. No es gracias a Messi. Ni Agüero. Menos Higuaín o Di María. Pero son ellos los que nos pueden dar una alegría. Nadie más.

Quiero confiar en que van a cambiar la pálida imagen que nos dieron en los primeros dos partidos y nos van a sacar una sonrisa en San Petersburgo. No quiero creer que no les importa quedar afuera de un mundial en primera ronda.

Dejé de escuchar el audio que se viralizó de un Simeone que nunca quiso agarrar a la selección, asustado por perder el cierto cariño que tiene de los argentinos. Hoy no me importa nada más que los 90 minutos ante Nigeria. Todos tenemos que hacer fuerzas. Al menos los que tenemos una esperanza y vemos luz al final de túnel. A dejar la vida.