En una derrota histórica, la Selección Argentina cayó goleada por 3-0 ante su par de Croacia y quedó al borde de la eliminación, en una muestra más del fracaso de Jorge Sampaoli para planificar un partido y elaborar una lista consistente.

En el estadio Nizhny Novgorod, por la segunda fecha del Grupo D, los europeos pasaron por encima a una Argentina deslucida, sin ideas, profundidad, rebeldía ni coraje, que quedó cerca de la eliminación y depende de resultados ajenos.

Ante Rebic, Luka Modric e Ivan Rakitic anotaron los goles de un triunfo que le aseguró la clasificación a Croacia y jugará, en la última fecha, ante Islandia sin presiones más que definir el liderazgo del grupo.

Falta de liderazgo

La catástrofe en el Mundial es tan solo el resultado de una suma de errores inexplicables. La falta de respuesta y rebeldía responde a una carencia de liderazgo que exhibe la AFA y se lo delega al cuerpo tecnico incapaz y, por transitiva, al equipo.

El famoso 38-38 de la Asociación del Fútbol Argentino fue el inicio del fin. Una institución erigida por Grondona sobre la corrupción y las sospechas fue delegada a dirigentes desprolijos, inútiles y poco profesionales, que ni siquiera supieron sostener esa mediocridad.

Y esa desprolijidad se trasladó hacia un cuerpo técnico que nunca pudo imponer su idea de juego por dos motivos. Primero, por asumir en medio de un clima catastrófico como las Eliminatorias Conmebol, en las que se necesitaban resultados inmediatos.

Pero, por otra parte, la tibieza de Sampaoli y sus ayudantes a la hora de conformar una lista con los mejores fue determinante. Desde un primer momento, se sumió a la presión de Javier Mascherano y Lionel Messi, quienes lo obligaron a entregarles el timón del barco.

Por eso, la lista original de 23 jugadores estaba plagada de aquellos jugadores afines a Mascherano y el mejor jugador del mundo. La misma lista que evidenciaba un claro desbalance en el mediocampo, con jugadores poco determinantes y arqueros sin continuidad en sus equipos.

Sin embargo, en una contradicción insólita. Esos mismos jugadores que supieron oprimir a un director técnico endeble, ingenuo y temeroso, nunca dieron la cara dentro de la cancha. Cuando la situación lo ameritaba y el equipo pedía por su liderazgo, desaparecieron.

Hasta el error de Caballero, el partido tuvo solo una situación clara por lado. Mientras Messi caminaba por la cancha, agobiado por una férrea marca personal que le cortó todos los caminos, Mascherano se dedicó a ralentizar el juego y pelearse con el árbitro y los rivales.

Esa fue toda la rebeldía que simuló un jugador que merodea el retiro en una liga que solo es profesional por el dinero que maneja. Ninguno pudo hacerse cargo de un equipo que les reclamaba valentía.

Con la eliminación a la vuelta de la esquina y una renovación generacional obligada, seguramente este ciclo de la Selección Argentina sea recordada por sus fracasos deportivos, la fragilidad anímica y mental y, por sobre todas las cosas, la falta de liderazgo en todas las líneas.