“Yo venía pisteando como un campeón, y bueno, se me cruzó, no sé qué se me cruzó y quedé como un Schumacher en fórmula 1”.

Argentina venía pisteando la miel de la captación de fondos y chocó con el cambio en las condiciones internacionales de crédito. En una entrevista brindada a Jorge Lanata, el Presidente de la Nación ahondó en las causas de la turbulenta coyuntura económica: “Veníamos bien, pero de golpe pasaron cosas porque el mundo está volátil. Se apreció el dólar, aumentaron las tasas de interés, aumentó el petróleo y nosotros seguimos siendo importadores netos de energía”. Esta lectura, si bien válida, omite muchas de las líneas vinculadas a la capacidad de respuesta que se tuvo ante “el choque” con ese mundo volátil.

28 de diciembre mediante, las expectativas del mercado respecto a nuestro país como plaza atractiva fueron menguando y a la corrida cambiaria rescatada con BOTES la continuó la reciente semana problemática, con dólar superando los $28 y cambios en el BCRA y Ministerios. Más allá de estos movimientos y las acciones de corto plazo que pueden instrumentarse para impedir la persistencia de turbulencias, son las implicancias en la economía real las que se avizoran cada vez más rígidas y las cuestiones estructurales las que cada vez se desdibujan más en el ruido de la discusión.

En lo inmediato, el Gobierno muestra fuertes esfuerzos en dar confianza a los mercados para relajar las presiones cambiarias. A las fichas que sobre las expectativas se le siguen poniendo al acuerdo con el FMI, se han sumado herramientas micro como la sofisticación de los mecanismos para vender divisas a través de licitaciones, el secar la plaza de pesos para desincentivar la dolarización de carteras. Todos movimientos de Caputo, el flamante Presidente del BCRA, quien logró bajar 50 centavos la cotización del dólar el lunes. Sin embargo, el nivel de incertidumbre persiste, lo que se vio reflejado en una fuerte caída del MERVAL (-6,68%) el lunes, y las condiciones de fragilidad enmarcadas por una cuenta capital totalmente abierta y el tenso equilibrio entre el desarme de LEBACs y que los apoyos recibidos no se canalicen en mera dolarización de carteras siguen presentes.

El nivel de incertidumbre persiste, lo que se vio reflejado en una fuerte caída del Merval (-6,68%) el lunes.

Pensar en estas fragilidades será más redituable en el mediano plazo que el reaccionar compulsivamente para contentar mercados, dado que la subjetivación en los actores corre el arco de la confianza siempre unos metros más atrás. Ninguna pareja resuelve sus problemas con un ramo de flores.

En el horizonte, persiste la inflación como principal problema para los objetivos del programa económico gubernamental.  Si bien un dólar a este nivel licua y descomprime, una inflación en torno al 30% como se espera para 2018 y salarios creciendo muy debajo de ese nivel entierran los objetivos de actividad y crecimiento y abren un signo de interrogación para la primera mitad del 2019, tomando en cuenta los impactos que el devenir económico tendrá el abandono del gradualismo tal como hasta ahora se aplicó. La transferencia de ingresos en detrimento de los sectores asalariados es una alerta naranja cada vez más atendible.

A pesar de que los choques aturden, se debe agarrar la moto y pistear sobre seguro. Los fondos que ingresarán a partir de esta semana no deben ser simplemente un paliativo para el humor de los mercados, sino herramientas para  repensar el esquema productivo que Argentina busca, e intentar romper la pulsión de vendar heridas sin cauterizar. No obstante los márgenes, ante la inacción, se achican.