Poco después de que Macri asumiera como presidente, el dirigente sindical Dante Camaño, de un oficialismo desbordante, opinó que el nuevo gobierno afrontaba el desafío de "volver a generar una cultura del trabajo” para dejar atrás la etapa kirchnerista caracterizada por "una orgía de derechos”

Hace unos meses, durante la campaña electoral de medio término, el candidato a diputado por Cambiemos Toty Flores explicó durante uno de los almuerzos de Mirtha Legrand que apoyaba al presidente ya que "me ganó el corazón cuando me dijo que no podía evitar el tarifazo (…) al menos te dice la verdad”. 

La semana pasada, Claudio Loser, ex director del departamento del hemisferio occidental del FMI, apoyó con entusiasmo el acuerdo de la Argentina con el organismo y opinó que "es un voto de confianza para el país”. Según el economista, el gobierno argentino "cometió el error de creer que podía seguir recibiendo dinero” y explicó que el acuerdo "es como ir al médico porque tenemos un problema y nos tenemos que operar. Va a doler, pero va a ser para bien”. 

Con sus declaraciones, tanto el extraño sindicalista ofuscado con los derechos, como Flores- el Tío Tom de Cambiemos, el esclavo bueno que apoya al responsable de sus penurias- y el ex funcionario del FMI, retomaron tres de las letanías más obstinadas de nuestros gobiernos serios: el exceso de derechos, la fe y el dolor redentor. 

La "orgía” de Camaño retoma un lugar común del pensamiento reaccionario: el exceso de derechos impulsado por el populismo destruye la noción de esfuerzo y nos condena a un apocalipsis tan inminente como esquivo. Según esta extraña idea, siempre estamos a una pérdida de derechos del Paraíso. 

Por su lado, la fe de Flores nos permite analizar a un gobierno en base a lo que ese gobierno dice de sí mismo y no según las iniciativas que lleva adelante y las consecuencias que éstas generan en las mayorías. Por eso, pese a que sus representados tienen que pagar más por los servicios públicos, el diputado de Cambiemos se emociona porque el presidente le dice la verdad y para él es un valor supremo.

¿Cómo sabe Flores que esa es la verdad? Porque se la dijo el presidente. Con esa candorosa tautología (el presidente dice la verdad y la verdad es lo que dice el presidente), el diputado resuelve el dilema de aplaudir políticas que empobrecen a las mayorías que dice defender. De la misma forma, así como Camaño denunciaba el aumento de derechos, Flores apoya la reducción de retenciones. Para este representante de los más humildes, los exportadores de granos están más calificados para administrar esos recursos en beneficio de todos que nuestros propios representantes, incluyéndolo a él y al presidente que ganó su corazón.  

El dolor redentor señalado por Loser es la contraparte necesaria a la orgía de derechos de Camaño y la fe tautológica de Flores. Por supuesto, las virtuosas cirugías mayores sin anestesia siempre se practican sobre los mismos miembros. Ni Loser, ni Flores, ni Camaño exigen esfuerzos a los más ricos, sólo aceptan como inevitables las penurias de los más pobres. Ninguno relaciona el déficit fiscal que tanto atormenta al FMI con la merma de ingresos públicos generados, entre otras razones, por la aplaudida eliminación de retenciones. Sólo denuncian un gasto público desmesurado, incluyendo a esos subsidios cuya eliminación emociona al ex líder piquetero. Ninguno menciona tampoco la contradicción de financiar un déficit en pesos con endeudamiento en dólares, ni la fuga histórica que este endeudamiento permite.

Ocurre que la orgía de derechos, la fe y el dolor redentor son como los presentes calamitosos que garantizan futuros venturosos: sólo se aplican a las clases media y baja. Los más ricos necesitan, por el contrario, ampliar sus derechos, gozar de ventajas concretas y no sólo de fe y contar con presentes venturosos para poder mejorar, algún día, el futuro de todos.  

Como la curación por las gemas, es sólo cuestión de fe.