Cincuenta mil millones de dólares. Un espaldarazo de confianza al rumbo del gobierno. El paraguas financiero más amplio en la historia del FMI con un país. Las necesidades del frente externo aliviadas. Una señal para los mercados. Un seguro de acceso a mejores tasas. Y una hipoteca. El acuerdo con el fondo, contundente desde toda óptica, es la consecuencia de que la estrategia económica del gobierno de Cambiemos de apertura, reformas para apuntalar ofertas y recorte del gasto no trajo la lluvia de inversiones esperada, agudizó los síntomas de restricción externa y hoy recalibramos variables no sin caer en contradicciones objetivas.

Argentina, que desde 2016 apostó a que su equipo, el mejor de los últimos 50 años, campeonaba, ayer festejo un partido que lo saca de la zona de descenso directo. Pero como el descenso se mide por promedios, ganar la chiquita te saca del atolladero pero tu fragilidad sigue intacta. Por eso es conveniente ser cautos a la hora de festejar partidos dentro de la derrota.

Mientras dure la euforia por la confianza que el mundo nos tiene, no hay que perder de vista que ese mundo no deja de exhibir incertidumbre. Teniendo en cuenta las últimas correcciones cambiarias de Brasil, México, Colombia o Chile ayer, puede esperarse cierta volatilidad de nuestra moneda ante la flotación del tipo de cambio anunciada ayer junto con las nuevas metas del Central. El anuncio puede aportar calma en los mercados, pero no da soluciones en lo inmediato a los aspectos de solvencia necesarios para cubrirse de males. En este sentido, el nivel de desregulación que exhibe nuestra cuenta capital puede implicar un cabo suelto en el aprovechamiento del inédito apoyo financiero del FMI. De mediano plazo, ¿la combinación de ingreso de estos dólares y tasa alta financiará un nuevo festejo de carry trade oportunista? ¿Se operaran instrumentos que busquen canalizar este apoyo en crédito productivo o financiaremos compras en el corte inglés de Plaza Catalunya?

Haber ganado el partido que nos saca del descenso nos puede dar el oxígeno para repensar el esquema productivo

Las nuevas metas de inflación, aún bastante exigentes pero más razonables que las pretéritas y la culminación del asistencia al fisco van a ser herramientas destinadas a desarmar la bola de nieve de LEBACs; mientras que el endurecimiento de las metas fiscales reconfirma una forma de diagnosticar el panorama económico que tiene una pata floja ¿Cuál es el impacto en actividad de los recortes que se operaran en transferencias a provincias, salarios y gastos de capital? ¿Cómo se ahorran USD 19.300 MM en tres años manteniendo estímulos productivos hasta que las inversiones lleguen? ¿Se contemplan estímulos? La mirada fiscal focalizada en la pata del gasto olvida que el déficit depende también de mejorar los ingresos fiscales y la mejor manera de lograr eso es que la economía crezca y con ella, naturalmente, la recaudación. En 2018, queda enterrado que ese vaya a pasar.

Haber ganado el partido que nos saca del descenso nos puede dar el oxígeno para repensar el esquema productivo que Argentina busca e intentar salir del parche que tapa el parche. Si el diagnóstico sigue apuntando al frío, probablemente nos encontremos peleando el descenso en la próxima temporada. Y eso puede comprometer al técnico.