De chico, mi madre solía contarme la historia del espantador de elefantes. Era un hombre que recorría las calles de Manhattan chasqueando los dedos y que explicaba, cada vez que le preguntaban por qué lo hacía, que era “para espantar elefantes”. Cuando le señalaban que en Manhattan no hay elefantes, él contestaba: “¡Justamente!”, y se alejaba satisfecho por haber probado la importancia de su labor.

Cambiemos es nuestro espantador de elefantes. Aún entre sus entusiastas, el gobierno de Mauricio Macri es más valorado por lo que supuestamente logró evitar que por lo que consiguió implementar. Como explicó hace unos días Diego Santilli, vicejefe de gobierno de la CABA, retomando una tenaz letanía oficialista: "A Macri se lo recordará como el presidente que salvó a Argentina de ser Venezuela".

Entre los electores de Cambiemos están quienes lo eligieron para terminar con la larga noche kirchnerista y resultaron satisfechos en sus expectativas: efectivamente, CFK ya no gobierna. Para esos ciudadanos, como bien lo señala el sociólogo Ignacio Ramírez, haber frenado al kirchnerismo sigue siendo el mayor logro del presidente, una promesa cumplida que por ahora apuntala su entusiasmo oficialista. Pero también están quienes, como el vicejefe de gobierno porteño, consideran que íbamos directo hacia alguno de los múltiples infiernos inminentes, aunque siempre esquivos, denunciados durante años por nuestros medios serios. Íbamos a ser Venezuela, Cuba, Norcorea o cualquier país que el denunciante detestara o simplemente desconociera. Estos electores también fueron satisfechos en sus expectativas: no somos Venezuela, ni Cuba ni tampoco Norcorea. Si en 12 años, el kirchnerismo no logró transformarnos en esos destinos inexorables fue por impericia más que por falta de voluntad. Al parecer, los kirchneristas eran más inútiles que satánicos.

Según el diagnóstico que repetían los actuales funcionarios de Cambiemos cuando todavía eran opositores, los subsidios incrementaban el déficit a un nivel explosivo; pero luego descubrimos que no sólo aquel déficit monstruoso era falso, según las propios cálculos del actual ministerio de Finanzas, sino que desde que el gobierno empezó a reducir los subsidios, el déficit aumentó.

Por otro lado, el kirchnerismo buscaba implementar un feroz control sobre los medios, casi stalinista; por eso durante los dos mandatos de CFK, éstos apenas podían tratarla de chorra, asesina o bipolar mientras que hoy, liberados de esa terrible censura, pueden alabar al presidente en total libertad mientras que los periodistas menos amigables buscan un lugar en youtube o facebook.

El kirchnerismo quería también controlar a la Justicia, pero ningún opositor fue encarcelado sin condena durante sus años de gobierno mientras que hoy ese procedimiento se ha transformado en la regla: lo padecen desde Milagro Sala hasta Julio De Vido o Luis D’Elía, pasando por el empresario Cristóbal López, quién conoce un rigor judicial por deudas fiscales que ninguno de sus colegas en similar situación, como Bartolomé Mitre o Héctor Magnetto, conoció jamás. Incluso la ex presidente tiene un pedido de desafuero del Senado por una guerra imaginaria.

Los infiernos inminentes aunque esquivos son los elefantes de Manhattan, la contraparte necesaria para que valoremos a un espantador como Cambiemos. No es seguro que puedan compensar la falta de éxitos económicos hacia las mayorías pero al menos permiten que nuestros medios serios se sigan explayando sobre aquello que ya no seremos.