Hay una movida marketinera muy de economista argentino que ante un desajuste o un conflicto dice: “Esto yo lo anticipé”. El economista de esa forma se vende ante sus clientes transmitiendo confiabilidad. Y lo más importante: venta de reportes, auditorías, power points, memorándums y cualquier formato empaquetado que las empresas necesitan para ajustar o aflojar algunos números en su Excel de previsiones de corto, medio o largo plazo (en el caso de Argentina, siempre es el corto). 

Los abogados -algunos- laburamos de lo mismo, pero basados en regulaciones. “Tengo una empresa en Argentina, quiero vender productos en Bangladesh y necesito una estructura”. ¿Qué sucede ante esa máxima? Nos sumergimos en un pelotero de tratados, regulaciones y leyes extranjeras que ya existen, encontramos las mejores columnas vertebrales legales del proyecto y presentamos al cliente. 

¿Cuál es la diferencia? Los abogados utilizamos la ley estricta que ya existe. Analizamos, armamos el rompecabezas y presentamos. El economista no. El economista tiene un manojo de teorías y experiencias exitosas y eso lo pone en una ecuación que es todo menos exacta. ¿Por qué? La economía tiene un coeficiente no exacto que es la psicología social. Y la psicología social es indefinible, inconsistente, oscura, infantil y generalmente idiota. 

Aplicando esto a la nueva política del BCRA de aplacar el dólar vendiendo reservas, nos encontramos ante una situación de “predicción” típica de economista privado: interpreta que si se ponen 1700 millones de dólares diarios para mantener el dólar a 20 pesos se evitaría una corrida tremenda. ¿Por qué? “La gente” está perdiendo la confianza en el Gobierno por el asunto de las tarifas. En definitiva, se ha interpretado que el coeficiente “psicológico social” de la ecuación es “la gente no puede más con los servicios entonces hay que clavar el dólar para que además no se dispare la inflación”. 

Todo este plan de acción es decepcionante. Básicamente, porque la predicción “psicológica” está basada en datos falsos y además no corresponde al BCRA “predecir” y resolver sobre el futuro incierto, sino fijar condiciones para que otros puedan predecir y arriesgar con más facilidad. 

Ante todo, el análisis psicológico es erróneo porque “la gente” entiende el tarifazo de Aranguren. Los subsidios populistas del gobierno previo beneficiaban mayormente a las clases media-alta y perjudicaban a la clase baja, que ni siquiera tenían la “tarifa social” de hoy. Un peón de provincia pagaba más luz que tu mamá en Barrio Norte o Palermo. Hoy eso se enderezó. Y no siempre somos idiotas, nos damos cuenta. 

EL BCRA debería salir a la estratósfera, lejos de la guerra de barro política-mediática y de las conspiraciones de la UCR que reafirman su actitud histórica de poner cara de buenos y exclamar que tienen mucho miedo con lo que puede pasar ante la primera dificultad de gestión.  El Banco Central debe dejar de cambiar su política cada dos meses, abstraerse del coeficiente “psicología social” (para eso esta el gobierno) y dejar de quemar reservas por objetivos espurios como la inflación de mayo. Recuerden, amigos del Central, que el gobierno anterior aniquiló las reservas para vender dólar barato a un cambio artificialmente bajo. Están haciendo lo mismo.