-Con ustedes, nunca se sabe si son hijos de puta o son boludos.

-Somos boludos.

El diálogo descarnado entre un gobernador del peronismo y un hombre de máxima confianza de Mauricio Macri ilustra que la tensión de la política hacia 2019 no se limita a las diferencias y rencillas dentro de la alianza gobernante.

El reproche del mandatario provincial, vocero de sus pares, se refería a la detención de Eduardo Fellner, una herejía insoportable para el PJ que tiene a cargo 16 provincias. Mientras construyen la fachada de un proyecto presidencial para el año próximo, los gobernadores que animaron el ciclo kirchnerista a puro aplauso buscan recrear con Cambiemos el bipartidismo que estalló en 2001. Pero no quieren ni verse en el espejo de Milagro Sala, presa desde hace más de dos años en la tierra de Fellner.

Los gobernadores que animaron el ciclo kirchnerista a puro aplauso buscan recrear con Cambiemos el bipartidismo que estalló en 2001.

En esa charla, que relatan al lado del Presidente, surgieron dos argumentos como prueba de la inocencia amarilla. Primero y vital, la liberación del peronista jujeño; segundo, el caso de la diputada oficialista Aída Ayala, que afrontará su pedido de desafuero el miércoles próximo en la comisión de Asuntos Constitucionales.  

El susto del ex gobernador de Jujuy incendió los teléfonos del poder, pero no impidió que en la Casa Rosada repitan la misma consigna: no hay voluntad, necesidad ni capacidad para influir en los jueces. Si la tuvieran  -argumentan- Ayala no debería responder por lavado de activos, evasión y asociación ilícita. Detalle menor: los padecimientos de la candidata a gobernadora de Macri en Chaco surgen en una provincia dominada por el peronismo y los de Fellner, en la tierra que hoy eleva a Gerardo Morales como amo y señor.

La guillotina tendenciosa del poder judicial fue patentada en Comodoro Py pero se extiende de Sur a Norte. Hoy preocupa al peronismo, igual que el descrédito de la política que desvela en forma recurrente a Miguel Ángel Pichetto. Convencido en la defensa de Julio De Vido y oportuno en la cobertura para Cristina Kirchner, el senador volvió a elevar el tono la semana pasada con advertencias en el recinto, ante Gabriela Michetti por "toda la basura” que circula en desprestigio de la política. "¡Cuidado con esto, cuidado con esto! Me hace acordar a épocas que no son buenas acordarse. Todo es malo, todo es corrupto. Denle a la música con los trolls para que se destruya el Congreso. Se lo dije al jefe de Gabinete, córtenla con este tema, muchachos (...) Paren el esquema de destrucción de la política argentina. Eso se vuelve un boomerang, después van para la Casa Rosada”.

Aunque hasta donde se sabe no lo roza ningún expediente, Pichetto habla en nombre de la clase política y del peronismo. De diálogo permanente con Rogelio Frigerio y Emilio Monzó, con charlas que llegan incluso a Macri, el senador marca matices en temas como el tarifazo pero alienta una corriente del PJ a contramano del kirchnerismo y de Alberto Rodríguez Saá. Mientras unos dicen "hay 2019", los otros piensan en 2023. En Casa Rosada elogian la disposición de Pichetto pero prefieren hacerse "los boludos" con el reclamo de fondo. Destacan que el jefe del PJ en el Senado tiene una ventaja inestimable, envidia de todos los que -como él- llegaron tan alto en los años kirchneristas: puede caminar por la calle.

Aunque hasta donde se sabe no lo roza ningún expediente, Pichetto habla en nombre de la clase política y del peronismo.

Es el malentendido que persiste entre el peronismo y el macrismo. El PJ entiende que puede ceder tiempo y gobernabilidad, como intelocutor privilegiado y a la espera de la recompensa de volver al poder. El núcleo duro del gobierno juzga distinto: considera que sobrevivir al huracán Cambiemos, lejos de la cárcel, es lo máximo a lo que puede aspirar la oposición que tanto elogia el Presidente.