En la madrugada del jueves 5 de abril, el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil decidió rechazar por seis votos contra cinco el hábeas corpus que presentó la defensa de Luiz Inácio Lula da Silva, luego de la condena a una docena de años tras las rejas que fuera impuesta en enero de este año, por supuesta corrupción pasiva y lavado de dinero.

Si bien la decisión de la Corte mantuvo a millones de personas pendientes de su veredicto, y pese al final ajustado, el resultado no se alejó de lo previsible. En 2016, los magistrados acordaron que todas las personas condenadas judicialmente en segunda instancia no podían recurrir en libertad a los tribunales superiores, y eso fue lo que finalmente decidieron por una leve mayoría.

Hace pocas horas, el juez Sergio Moro, quien lleva adelante el proceso, instó al expresidente a entregarse a la Policía Federal de Curitiba antes de las 17 horas del viernes 6 de abril. Moro reservó una celda especial para Lula, alejada del resto de los presidiarios, para "evitar cualquier riesgo para su integridad moral y física”.

Brasil, a un paso del abismo

Frente a este escenario adverso, la defensa del acusado maneja un puñado de alternativas hasta el próximo martes 10 de abril, el día límite para presentar los "embargos de los embargos”. En rigor, puede optar por dos caminos.

La primera alternativa es presentar nuevos pedidos de hábeas corpus, incluso si efectivamente es detenido. Esta opción no conduce a un horizonte alentador. En primer término, porque la decisión de la Corte sienta un precedente que dificulta que los nuevos pedidos puedan tener éxito. Luego, porque la solicitud se elevaría al Tribunal Regional Federal de la Cuarta Región, el mismo que aumentó la condena que había impuesto el juez Moro, y nada indica que cambie su postura.

La segunda vía es que los tribunales superiores anulen la condena definitivamente en la medida que entiendan que el proceso judicial no fue conducido de forma correcta. Esta potencial decisión, ciertamente improbable, podría demorar meses o años. Además, no resolvería la situación de Lula en lo inmediato, porque la persecución judicial contra el petista no se limita exclusivamente al caso por el que hoy está siendo juzgado.

La defensa de Lula tiene dos caminos: presentar nuevos pedidos de hábeas corpus o que tribunales superiores anulen la condena.

Frente a este panorama, la decisión de Moro apura los tiempos y la defensa de Lula deberá estar rápida de reflejos para definir los pasos a seguir en las próximas horas. Tan rápida de reflejos como el Partido de los Trabajadores (PT), que enfrenta el dilema de la martirización o la lucha en las urnas.

La opción de la martirización implica que Lula pasará un tiempo tras las rejas y desde ese lugar se transformará en el dirigente más influyente de la política brasileña, apuntalando la candidatura de un posible delfín. De tal forma, la opción de un "Lula mártir” implica buscar un plan B para las próximas elecciones presidenciales. Guilherme Boulos, líder del Movimiento de Trabajadores sin Techo (MTST) y Fernando Haddad, exministro de educación y exalcalde de San Pablo, son los que cuentan con las mayores posibilidades.

Sin embargo, hasta que no termine de definirse la suerte de Lula, esta opción no se erige como la primera preferencia del PT, que mantiene encendida la llama de la candidatura. En un comunicado dado a conocer pocas horas después de la sentencia, el partido informó que defenderá la postulación del líder popular "en las calles y hasta las últimas consecuencias”. Esto es posible porque la candidatura de Lula puede sostenerse, incluso si fuera a prisión, hasta que lo defina el Tribunal Electoral.

Brasil, a un paso del abismo

Para fortalecer esta opción, desde el partido afirman que "quien tiene la fuerza del pueblo, quien tiene la verdad de su lado, sabe que la justicia va a prevalecer”, y convocan por estas horas a la militancia a una movilización general hacia el Sindicato de Metalúrgicos. Como fuere, el riesgo aquí es doble: no ponderar el efecto que pueda tener en la sociedad la imagen de Lula tras las rejas y perder tiempo preciado en la carrera por instalar una nueva figura que cuente con su apoyo y, eventualmente, con sus votos.

En menos de una semana, fueron baleados los micros que conducían la caravana de Lula en el sur del país; el comandante en jefe del Ejército presionó públicamente a los magistrados para que rechacen el pedido de la defensa y abrió las puertas a una posible intervención militar; y la justicia corre de la cancha al líder popular más importante de la historia de Brasil. La violencia social, las amenazas al orden democrático y la persecución política ponen sus pies sobre la frágil democracia del gigante sudamericano, impulsado a revivir sus horas más trágicas.

Nos queda el optimismo romántico de Victor Hugo y la voluntad de un pueblo que no tiene más opción que tomar las riendas de su propio destino. Incluso la noche más oscura terminará y el sol saldrá.

Brasil, a un paso del abismo