Ready Player One: entre la épica y la decepción

En 2011 se publicó una de las novelas más increíbles de los últimos años, para los que amamos la cultura pop y, en especial, la de los '80: Ready Player One. El libro de Ernest Cline apuntaba directo al corazón de los que crecieron en esa década. Música, videojuegos, películas y programas de televisión se mezclaban en una aventura futurista que te mantenía atrapado en cada página.

Pasó lo obvio, el libro pedía a gritos ser una película y Warner, rápido de reflejos, compró los derechos. Primero amagó con Christopher Nolan y, gracias a todos los dioses, ese proyecto nunca llegó a buen puerto y la película cayó en las mejores manos: Steven Spielberg.

¿Quién mejor que el creador de los mejores títulos de esa década para hacer la película más referencial y homenajearla a la perfección? Nadie. Sabemos que "Esteban” es un maestro de la narración, ya sea que cuente una historia de aventuras o se base en drama histórico. Todo indicaba que estábamos frente al mejor escenario.

Para empezar a hablar de la película es necesario aclarar algo muy importante. Como nunca antes, se trata de una adaptación del libro y no una película basada en el libro. ¿Qué quiere decir esto? Si leíste la novela, vas a encontrar que cambiaron muchas cosas. No una, dos ni tres. ¡Muchas cosas!

Ready Player One: entre la épica y la decepción

Esto claramente no es algo malo, muchas veces una adaptación aprovecha estos aspectos para mejorar y simplemente adaptarse al lenguaje cinematográfico. Pero el problema es más grande para los fanáticos del libro, que esperaban ver escenas y momentos claves reflejados en la pantalla, y directamente no están. Esos cambios en el desarrollo de los personajes e incluso varias referencias que no figuran en el libro, quizás arruinen un poco la experiencia en la pantalla grande.

Sacando todo ese amor por la obra original, hay que hablar un poco de la película. Estamos en el año 2045, en un futuro distópico donde todo pasa por una realidad virtual conocido como OASIS. Al fallecer el creador, éste deja ocultas tres llaves para alcanzar una meta y convertirse en el dueño de las acciones de la empresa.

Acá la historia se centra en Wade, un chico que vive Ohio junto a su tía, y cuya única forma de escapar de la pobreza que lo rodea es hacerlo dentro del Oasis, donde es conocido bajo el seudónimo de Parzival y tiene amigos virtuales que no conoce en la vida real.

El verdadero desafío de Spielberg y de la película es encontrar la comunión entre estos dos mundos, el real, medio apocalíptico y sin esperanzas, y el virtual, una dimensión increíble donde predomina la imaginación al poder. Unirlos y lograr que el espectador se sienta cómodo con las dos realidades es el primer logro de Ready Player One.

El segundo es hacer de esto una película entretenida y en eso Spielberg se siente a gusto. Ready Player One es muy divertida y por momentos casi que no da respiro; probablemente, sea lo más entretenido que haya filmado el Director en años.

Ready Player One: entre la épica y la decepción

El comienzo es alucinante, con una carrera completamente arrolladora que se encarga de poner muchas referencias pop. Además del DeLorean, están los dinosaurios de Jurassic Park, King Kong y otras que seguro se te pasan a simple vista.

Pero, entonces, ¿en qué quedamos? ¿Ready Player One es buena o no? Muchos de los que leyeron el libro acabarán decepcionados. Innumerables cosas quedan simplificadas en este guión. Sobre todo en la historia de amor entre Art3mis y Parzival, que queda reducida a chico y chica que se gustan porque sí. Aunque, como dice el creador de OASIS, acá se viene a jugar y pasarlo bien, y el director demuestra una vez más que es un virtuoso. La película es eso: dos horas de acción, humor y aventura en estado puro.

Podemos decir que en la crítica también tenemos dos realidades, una conflictuada y hasta indignada que leyó el libro, y una más feliz que logra ver épica y una buena historia de ciencia ficción. Al fin y al cabo, Ready Player One es una película de Spielberg de esas que vimos cuando éramos chicos. Y eso es decir mucho.