Hay momentos que cuando uno los está viendo, cuando uno está presente, sabe que quedarán para la historia. Hay algo adentro nuestro que nos hace darnos cuenta que no es otro hecho común y corriente y que algo trascendental está sucediendo.

Eso fue lo que ocurrió esta semana cuando Ninja, hoy por hoy el creador de contenido y streamer más importante de Twitch, se puso a jugar Fortnite con Drake, una de las estrellas de la música más populares del mundo. De repente estábamos viendo a un chico como cualquiera de nosotros, jugando con alguien que parece inalcanzable, pero que también demuestra ser como cualquier otra persona que disfruta cada tanto de jugar videojuegos.

Las redes sociales explotaron con este acontecimiento. Instantáneamente todos queríamos ver este curioso experimento, que de anormal no tiene nada pero que resulta fascinante y esperanzador de todas maneras. Drake y Ninja rompieron el récord de audiencia para un streamer individual en Twitch. Llegaron a los 635 mil espectadores, una locura. El récord anterior lo tenía el polémico Dr. Disrespect con más de 300 mil personas y la mayor audiencia para una transmisión pertenece al ELEAGUE Major 2018 en Boston de CSGO (uno de los eventos a nivel esports más importantes del mundo, lo cual es entendible).

Al stream se sumaron otras personalidades como Kim Dotcom (creador de Megaupload), el rapero Travis Scott y también JuJu Smith-Schuster, jugador de NFL de los Pittsburgh Steelers. Una reunión de celebridades que sólo un creador de contenido como Ninja puede generar. ¿Por qué? Porque escapa un poco a la toxicidad promedio de muchos streamers masculinos de Twitch. Suena loco decir que alguien exitoso no es un Logan Paul o no genera actos polémicos, pero Ninja parece ser parte de "El Eje Del Bien” (hasta que le caiga alguna denuncia y todos lloremos).

Ninja

Tyler Blevins viene remándola en Twitch hace ya siete años. Fue jugador profesional de Halo y luego se volcó a ser streamer de tiempo completo. Hace tres años no lo miraban más de mil personas por transmisión, pero ahora tiene casi tres millones y medio de seguidores y promedia más de cien mil personas en cada transmisión.

Es un muchacho que no promueve el odio y las típicas reacciones que muchos todavía quieren relacionar con la cultura gamer. En cambio se muestra más honesto y sin miedo a reírse de sí mismo. No tiene problemas en hacer un poco el ridículo y no transmite una altanería repugnante incluso cuando es uno de los mejores jugadores del mundo en Fortnite. Ver lo que hace Ninja en ese juego es arte; es una danza hermosa de construcción, destreza y destrucción que te maravilla constantemente.

Hace 3 años no lo miraban más de mil personas, pero ahora tiene casi 3,5 millones de seguidores y promedia más de cien mil personas en cada transmisión.

Ninja ha sabido organizar streams de caridad para organizaciones de prevención para el suicidio (donde juntó más de cien mil dólares), ayuda semana a semana a refugios de animales con donaciones y trata de mandar mensajes positivos cada vez que tiene la oportunidad. Es un streamer que atrae a muchos niños y niñas porque sus padres y madres los dejan verlo. Eso no podría suceder con otras personalidades.

En eso se parece a Drake, en el hecho de que son personas que construyen puentes entre públicos: uno entre aquellas personas más "hardcore” que quieren ver un nivel de juego altísimo y entre aquellos espectadores más casuales; el otro entre el público más aficionado al hip-hop y aquellas personas que disfrutan más del pop. Drake ha demostrado como se puede llevar un estilo musical a la masividad sin perder su esencia.


Pero más allá de todo esto, ¿por qué fue un día histórico? Porque fue otra demostración de que el gaming no tiene que rendirle cuentas a nadie. Es una actividad más que las personas hacen. No es nada del otro mundo. No es para unos pocos. No es un refugio donde la gente marginada por la sociedad va a recluirse. Es como mirar series, ir al cine, hacer deporte, etc. Lo hace Drake, lo hace tu tío, lo hace Ninja, lo hacés vos, lo hago yo y lo hace mi vieja.

Todos jugamos y no está mal. Que alguien tan masivo como Drake demuestre que juega seguido o que tiene una consola en su estudio para cuando quiere relajar, ayuda a naturalizar este entretenimiento hermoso que todavía es visto por algunos como peligroso, infantil e inmaduro.

El gaming no tiene que rendirle cuentas a nadie: es una actividad más, como mirar series, ir al cine o hacer deporte.

Además fue un evento que legitima el hecho de transmitirse a uno mismo jugando. Si bien los videojuegos como industria y arte están aceptados, el streaming sigue teniendo su resistencia. Quizás la presencia de una de las figuras más populares de la música sea ese ariete que le haga entender a un cierto público que mirar a un chico o una chica mientras juega no es tan extraño como parece o que no es menos válido que ponerse a ver cualquier cosa en la tele.

Fue un hecho histórico. No sólo muy entretenido (Drake realmente juega bien, como si le faltaran cosas en las que destacarse), sino que fue importante para que finalmente se acaben las falacias con respecto al gaming. También es una oportunidad para que la comunidad misma haga una autocrítica y se de cuenta que no puede seguir alejando a gente que, en teoría, no es "del palo".

Para llegar a ese lugar de aceptación y naturalización que tanto deseamos, necesitamos de personas como Drake o Ninja que saben conectar distintos públicos y lograr una masividad que de otra manera sería imposible.