A pocas horas de jugar contra Boca, River demostró nuevamente que está futbolísticamente muy lejos de aspirar a ganar la Supercopa o cualquier título que se le ponga por delante en el 2018.

Sin alma, sin fútbol, absolutamente descoordinado, le ganó a Patronato gracias a Armani (qué arquero contrató, por favor) y producto de la más absoluta casualidad porque durante 94 minutos no hizo absolutamente nada para merecer los tres puntos contra Patronato.

"El partido del miércoles será distinto a todos", comentó Gallardo en la conferencia posterior. Y tiene razón. Sería inútil enumerar la cantidad de veces que terminó haciéndose dueño del Superclásico el equipo que peor llegaba.

Más coherencia tiene lo que dice el Muñeco cuando uno ve cómo juega Boca, un equipo que solamente puede llevar 15 meses punteros en un fútbol completamente medio pelo como el nuestro.

Boca puede llevar 15 meses punteros en un fútbol medio pelo como el nuestro. Pero si el equipo de Barros Schelotto juega mal, el de Gallardo lo hace pésimo.

Pero si el equipo de Barros Schelotto juega mal, el de Gallardo lo hace pésimo. Con un central como Pinola que deja un mar de dudas cada vez que sale a cortar; con los laterales inseguros y casi sin riesgo en ataque; con un 5 como Zuculini que se esconde cuando la tienen los compañeros y le quema la pelota en sus pies; con la incertidumbre constante que genera el nivel de Enzo Pérez y con la falta de peso ofensivo que tiene por los malos niveles de Scocco, Pratto, Borré y Auzqui.

¿Las esperanzas? Muy pocas. Juanfer Quintero lleva colgado hace tiempo el cartel de titular indiscutible. Ayer, con 45 minutos buenos, demostró que es el hombre clave para generar juego. Después, lógicamente, se desinfló ante la falta de compañeros que lo acompañaran.

El sacrificio de Mora es para destacar, al igual que las constantes respuestas de Armani y el regreso del Pity Martínez, el único del plantel que aporta cambio de ritmo y desequilibrio en velocidad con la pelota en el pie. Y pensar que se lo criticaba…

Las esperanzas: la generación de juego de Quintero, el sacrificio de Mora, las respuestas de Armani y el desequilibrio del Pity Martínez.

¿De qué nos agarramos para el miércoles? ¿En qué nos esperanzamos para rasguñar un triunfo en el que se pueda rearmar un River que parece absolutamente deshecho? En Gallardo. En su imagen, en lo que fue, en los regresos heroicos que logró como entrenador (empate contra Boca gracias a Pezzella, la doble eliminación copera, la serie contra Cruzeiro, la final contra Rosario Central y un largo etcétera).

Es cierto que su aura comienza a esfumarse con cada tropiezo, pero en cualquier encuesta que hoy se haga se verá que la sola presencia del Muñeco asegura una cuota de esperanza a pesar de todo lo malo que se está viviendo hoy.

Es muy poco, sí, pero de algo hay que aferrarse y, así como creemos ciegamente en que Dios existe, tenemos que confiar en que Napoleón todavía tiene un as bajo la manga. Porque si tenemos que basarnos en lo que vemos en el campo, iremos a Mendoza con los brazos caídos.

¿A qué nos aferramos?