Frente a la marcha de hoy, los voceros de uno y otro lado dejan en claro sus estrategias: el Gobierno va por "la foto” (la fórmula sería: sindicalismo + Moyano + kirchnerismo + izquierda) para deslegitimar la movilización y apropiarse de esos puntos; el sindicalismo anticipa un paro general en marzo, si el gobierno no accede a sus demandas.

Es decir, el Gobierno entiende que si se juntan estos significantes matan cuatro pájaros de un tiro, ensuciándolos con los desmanes y violencia que espera poder retratar de la manera más dramática para presentar y reproducir en sus medios de comunicación hasta el hartazgo. El sindicalismo, en cambio, centrado en una estrategia más clásica, sólo pretende forzar al gobierno a sentarse a la mesa a discutir seriamente las cuestiones que lo apremian, y si esta marcha no obtiene el efecto deseado, simplemente incrementarán la presión. Para el sindicalismo, entonces, se trata de una cuestión de grados en su poder de demostración de fuerza.

¿Sueñan los peronistas con ovejas eléctricas?

La estrategia en sí es razonable, pero tiene un problema: no está contemplando a un tercer, y problemático, interlocutor, que podríamos llamar en este momento y para simplificar "la opinión pública”: este paradestinatario –en palabras de Eliseo Verón– es de algún modo el "jurado” cuyo veredicto determinará al vencedor.

En otras palabras, si el sindicalismo no logra convencer a este conjunto difuso, resbaladizo y volátil de que su reclamo es legítimo (y no para "desalentar” las investigaciones judiciales de su líder), que su mecanismo de protesta es legal y beneficioso para todos (incluidos ellos mismos), y que las demandas son viables (y no producto de una "angurria sin fondo”), su movilización quedará desacreditada y el Gobierno no se verá compelido a negociar. Para lograr estos objetivos es necesario construir el encuadre adecuado que ponga la marcha en una narrativa atractiva y coherente que interpele a la opinión pública desde algún ángulo (puede ser su propio interés, la empatía, la comprensión histórica, el espectáculo en sí mismo, etcétera). Lo que estamos diciendo, en síntesis, es que la movilización es condición necesaria, pero no suficiente, para obtener un resultado político favorable.

¿Por qué? Porque el partido gobernante no sólo cuenta con el poder ejecutivo, también cuenta con el poder mediático y la maquinaria judicial; y en tanto y en cuanto sea capaz de proyectar su propia responsabilidad en su adversario, descargando el cien por ciento de las consecuencias de la falta de diálogo (violencia, desmanes, pero también el deterioro de la economía, las pérdidas en dinero y productividad, los despidos –por mala gestión de los líderes sindicales y no ya por los desmanejos de las políticas económicas– y así sucesivamente, en una espiral de decadencia material y de la moral colectiva) decíamos, en la medida en que [los sindicalistas + Moyano + kirchneristas + izquierda] sean percibidos por la opinión pública como los responsables de todas estas consecuencias espantosas, el Gobierno sale ganando.

En la medida en que Moyano, los sindicalistas, kirchneristas y la izquierda sean percibidos por la opinión pública como los responsables de la decadencia material y moral colectiva, el Gobierno sale ganando.

Este es sólo el próximo ejemplo de la serie de conflictos en los que Cambiemos ya se vio fortalecido frente a las estrategias más clásicas de su adversario. En este sentido, habrá que desbarrancar algunos mitos que circulan en los encuentros y en los artículos del campo popular, si es que en algún momento desea recuperar su competitividad electoral y su proyecto de poder.

  • "Con la Unidad ganamos". La Unidad no es condición necesaria para ganar las elecciones. Se requiere una unidad de agenda más que de liderazgos: no es lo mismo que un programa, sino un conjunto coherente y atractivo de tomas de la realidad, identificando los puntos flacos de la Casa Rosada (los créditos UVA, conicet, etcétera) y fortaleciendo los puntos sólidos del programa propio. Elaborar una agenda propositiva en lugar de reactiva. Los líderes y colectivos se irán organizando en torno a este discurso y no a la inversa.
  • "Se van a estrolar con la realidad" o "caerán por sus propios errores". La realidad es lo que el discurso hegemónico dice que es. El challenger no necesita contradecirlo sino exponer los límites de ese discurso y hablar a las audiencias desde la agenda propositiva.
  • "Falta mucho para 2019". La realidad es que 2019 está a la vuelta de la esquina y para la Casa Rosada es un tema planificado hace más de dos años. Entonces, la improvisación propia es la mejor ventaja competitiva de ellos.
  • "Hay que convencer a los indecisos". No: hay que hacer mejorar la oferta, superando a los contrincantes.
  • El discurso (o "relato”) y la acción (o "realidad”) van por carriles separados, y más importante que el primero es el segundo: alianzas, liderazgos, movilizaciones. Es necesario actualizar el chip y comprender que el discurso es una parte material de la realidad, por su poder performativo, por su poder de prefigurar sucesos. Lo virtual y lo real es también una falsa dicotomía: las redes sociales son parte de la vida real. Las redes sociales no son una "superestructura" para la "estructura". Y comentar o analizar la política no es lo mismo que producir encuadre.

¿Cuáles son, entonces, las tareas?

  • Hacer del peronismo un partido moderno. Como todos los grandes partidos del mundo, para conservar su competitividad el peronismo necesita tres cosas: financiamiento, infraestructura e institucionalización. Para los dos primeros habrá que afianzar las relaciones internacionales, construir lazos con organizaciones afines, producir intercambios, aceitar los flujos de mutua influencia. Para la institucionalización sólo hace falta decisión política.
  • ¿Dónde viven los intelectuales peronistas? Es esencial que el partido funde, financie y apoye su producción de discurso y análisis por medio de think tanks serios, grandes, modernos y fundamentalmente propios. ¿Es mucho, es imposible? Pues despídanse del poder.
  • Estrategia. Es la llave de todo lo anterior.