Las sospechas sobre árbitros comprados en el fútbol son tan viejas como el propio deporte. La "trampa", el intentar sacar ventaja se vuelve una extraña costumbre en el mundo de la redonda. Pero todo queda en una charla de bar. En un debate con café de por medio.

Cuando los propios dirigentes que deberían cuidar y dar el ejemplo son los encargados de sembrar las dudas en torno a un arbitraje la cosa se pone aún peor. "Hay que estar con la guardia alta", lanzó hace algunos días Marcelo Gallardo, DT de River.

"Nosotros también tenemos que estar alertas", respondió Guillermo, entrenador de Boca. Nadie se calma. Todos suben la apuesta. Y condimentan la peor cara del fútbol argentino: la posibilidad de que haya jueces comprados y que la AFA favorezca a uno u otro equipo.

La imagen que dejó el partido del domingo entre San Lorenzo y Boca fue extraña. Polémica. Fue una foto que dejó la cancha aún embarrada (en el sentido más literal de la palabra). Los hinchas cantaron contra Mauricio Macri, Daniel Angelici y Chiqui Tapia. El primero, actual presidente y ex mandamás de Boca; el segundo, amigo del mandatario y máxima autoridad del Xeneize; y el tercero el titular de la AFA y simpatizante del mismo equipo.

Sí. Toda una "coincidencia" que confluye en versiones cruzadas, dirigentes peleados y sospechas argumentadas pero lastimosas. Del otro lado, casi escondida, deambula la honestidad y transparencia. ¿Desapareció? Sí. Al menos por estos días.

Después, en un acto que pareció adrede, horas después del escándalo del fin de semana, Tapia fue a celebrar el cumpleaños de Tevez, figura de Boca. Y no tuvo mejor idea que sacarse algunas fotos entre sonrisas con los futbolistas y amigos de Carlitos. Una mala idea.

Ahora más que nunca: se especula con cada arbitraje y se sospecha con todos los fallos durante el partido. Los jueces preferidos y las declaraciones previas a los clásicos. Todo le hace mal al fútbol. Y son los dirigentes los que lo están dañando.