-¿Qué necesidad tiene de hablar ahora?

-Huele sangre y aprovecha.

-Sí, pero huele mal.

Con soldados incondicionales como Carlos Melconián, los que más tiemblan son siempre los generales del ejército amarillo. En una semana política sin sobresaltos, donde sólo pesó la tarea ingrata del tarifazo que Cambiemos asume como inevitable, los misiles del ex titular del Banco Nación desde Manantiales activaron el malhumor entre los funcionarios del gabinete que Mauricio Macri dejó a cargo de la gestión hasta nuevo aviso.

Hincha fanático de Racing, el economista de Valentín Alsina que volvió a candidatearse como ministro no es el único que alienta al Presidente con consignas que lo incomodan. También lo hacen, aunque en otra dirección, tempranos eyectados como Alfonso Prat Gay. O emblemas de una época que Argentina creyó dejar atrás como Domingo Cavallo, que se revuelve de inquietud por el sendero económico de zigzagueos que dibuja la alianza gobernante. Es lógico: a Cavallo -otro que apuesta por el oficialismo- le duele el destrato que Marcos Peña le propinó en escena a uno de sus hijos dilectos, Federico Sturzenegger. Militante convencido del duranbarbismo, el presidente del Banco Central ya se vengó con dos off a periodistas de economía, que hicieron subir el dólar y se prepara para actuar el martes próximo, cuando deberá refrendar con una baja de la tasa de interés lo que convalidó con sonrisas el Día de los Inocentes.

Cada vez más prolífico en su blog y ante cada micrófono que le enciendan, el ex superministro de Menem y De la Rúa ve con preocupación -en definitiva- lo mismo que el Presidente: la inflación que se potencia en la superficie, mientras la divisa sube y esa deuda voraz engorda hasta en las horas de la noche, cuando los hijos y los nietos del poder intentan conciliar el sueño. El mediterráneo que hace una vida lloró gracias a Norma Plá, se indigna incluso con Juan José Llach -su ex viceministro- por considerar que la economía actual no tiene nada que ver con la de los noventa.

Marcos tendrá razón cuando responda con su muletilla preferida -“cero, cero”- a la inquietud que le provoca la crítica de Mingo. Seguro le duele más la reprimenda pública de Mirtha, que sobre todo sabe por diabla.

Pero las voces de Melconián y Cavallo son el eco interminable del trauma que vuelve y se conjuga, matizado con otras como las de Miguel Angel Broda y Juan Carlos de Pablo. Todos advierten a  coro contra el optimismo oficial: "así chocamos". Y recomiendan ir al shock para terminar con la agonía de la deuda que dosifica el ajuste.

Cambiemos había logrado relegar a ese tren fantasma a los segundos planos. Pero siempre vuelven. Primero porque tienen convicciones de hierro y hoy se sienten reivindicados por la Historia. Segundo porque el seleccionado de financistas que acompaña a Macri sigue a tientas: no acierta con la piedra movediza que puede abrir a otro escenario, un poco menos riesgoso. Tercero, porque es el propio Presidente el que se siente más afectado cuando desde las mañanas de Radio Mitre lo “corren por derecha todos los días”, como le dijo hace no tanto a uno de los culpables.

Macri no quiere más esa ayudita diaria de los amigos, pero -digamos todo- ofrece señales contradictorias. Como la que volverá a emitir en dos semanas, cuando despegue desde Ezeiza hacia Moscú, para desembarcar al final en Davos, el Foro Mundial que a él tanto le agrada y que está entre los lugares del planeta en los que a Cavallo todavía lo recuerdan con afecto.