El gobierno de Cambiemos es la primera experiencia de la historia en que se da el traspaso de una conducción populista (el nuevo formato para definir al neo-marxismo posterior a la caída del Muro) a una democracia con estructura republicana, sin un golpe de estado o una pueblada de por medio. 

Desde lejos, todos estos años el mundo analizó al país con la misma lupa: las 5 presidencias en una semana del 2002, el defaulteador serial, la París del subdesarrollo. “A ver qué hacen ahora esos argentinos tan llamativos”. Y el resultado sorprendió a propios y ajenos. 

El gobierno de Macri rompió el péndulo que usa Latinoamérica para definir el ritmo de su política, no quebró una estructura para ir sin escalas al otro extremo, sino que mantuvo la estructura heredada, la acarició, le dio agua, la hidrató, le sacó la ropa sucia y le puso un vestido de seda

Y ahí juega lo psicológico. Los liberales creemos que al mantener una estructura económica que estaba al borde de morir, lo único que se consigue es garantizarle la muerte cerebral, porque “da lástima” dejarla morir. Hay que desenchufarla y usarla de abono para que crezcan más flores (las buenas). 

Pero la opción de “embellecimiento” del cadáver está dando ciertos datos en la reducción de pobreza y de la inflación, dos datos que le prestan cierto margen para el milagro. Como dije, es la primera experiencia política del estilo. No hay antecedentes para copiar. Nadie puede prever cómo termina o como sigue. Lo importante es que los anteriores verdugos (fallidos) no vuelvan más.