"No creo que estemos ante un fracaso económico". Marcos Peña no vive en otro país, como sostienen algunos analistas cada vez que el jefe de Gabinete declara en público. Solo cree que los números de la crisis no son producto de la gestión de Cambiemos, como considera la mayoría de los argentinos que participan en las encuestas de opinión pública, sino un combo entre la herencia recibida y el efecto de los vaivenes de la economía internacional.

Peña se convirtió en el vocero de un mensaje de campaña que al oficialismo le cuesta transformar en comprensible. Ese mensaje consiste, en líneas generales, en dos grandes ejes: el primero, asegurar que el Gobierno hace el máximo esfuerzo posible por sobrellevar una crisis derivada del despilfarro del kirchnerismo mientras genera transformaciones "de fondo"; el segundo, que peor es que vuelva Cristina Kirchner con su banda de corruptos y mafiosos.

Para el primer caso, en diálogo con Luis Novaresio en A24, el funcionario aseguró que Cambiemos inició "un camino estructural, de raíz y de fondo, de ir no por los atajos sino por las soluciones estructurales", aunque admitió: "Nos está llevando más tiempo y tiene más dificultades que lo que previmos y dijimos". La autocrítica es, otra vez, haber sido demasiado optimistas. Y la explicación para el cierre de fábricas y comercios, la inflación sin freno, el crecimiento de la pobreza y la pérdida de empleo es "la crisis que impactó hace un año llamada sequía y la condición de los mercados emergentes".

Sin embargo, al mismo tiempo debe sostener que los argentinos tienen en sus manos la solución de los problemas que los mismos argentinos generaron, y es volver a votar al candidato que promete cumplir a rajatabla con lo dispuesto por el Fondo Monetario Internacional, que le tiró un salvavidas a la Argentina solo porque el capitán del barco es Macri. "Gracias a ese acuerdo hemos podido sostener un camino de evitar una gran crisis. Es nuestro programa, para nuestros problemas y con nuestras soluciones. Esta vez nos dieron una mano, pero es muy importante que demostremos que estamos convencidos de que queremos ir a ese país que queremos ser".

La alternativa a eso es el populismo de Cristina, con quien llevó el enfrentamiento al extremo de dudar sobre la enfermedad de su hija Florencia. "Me parece que politizarlo e irse a otro país y no volver genera un poco más de sospechas sobre cuán tranquilos están", afirmó, en referencia al pedido que le hizo la hija de la expresidenta al Poder Judicial para regresar cuando termine su tratamiento. "Desde el día uno que se fue del gobierno, la expresidenta ha pisoteado las instituciones democráticas en términos de su discurso, de su retórica, de sus mensajes, de sus acciones y eso habla mal de ella, no del resto", sentenció.