Tiene argumentos para enterrar en algún momento el reinado que desde hace varios años ocupan Cristiano Ronaldo y Lionel Messi. Es joven, atrevido, atlético y, fundamentalmente, se agranda en los partidos importantes. Incluso en mundiales.

A diferencia del argentino y el portugués, que se despidieron rápido en Rusia y no lograron hacer valer sus extraordinarias condiciones deportivas, el francés, sea cual sea el resultado final en el certamen, ya se convirtió en una de las figuras célebres.

A nadie sorprende su espectacular nivel, aunque sí crece su virtud al remarcarse en partidos claves durante el Mundial. Una especie de renovación necesaria que precisa el fútbol mientras Messi y Cristiano se destacan en sus equipos pero siguen en deuda en sus respectivas selecciones.

La pregunta asoma algo apresurada, aunque la realidad empieza a marcar que el final de sus carreras y no el principio. Nadie puede opinar que Messi y Ronaldo aún tienen por delante muchos años de carrera. Quizás y su el futuro se los permite, un mundial más cada uno.

Por eso, en un contexto donde no abundan las figuras deslumbrantes, Mbappé apareció para intentar romper con el reinado que hasta ahora ostentan el jugador del Barcelona y el flamante refuerzo de la Juventus.

Hasta ahora, la joven figura del PSG se convertiría naturalmente en el mejor jugador del Mundial. Salvo que el choque decisivo termine de una forma inesperada o con una figura rutilante de la selección rival.

El francés, entonces, ya no es una promesa la aparición del chico de 19 años que deja a todos deslumbrados con su cambio de ritmo, su velocidad y su capacidad para interpretar los partidos. La impresionante habilitación en pleno partido de las semis ante Bélgica revela su atrevimiento como si jugara en el potrero en el barrio con sus amigos.