Todos los viajes de Mauricio Macri al exterior son para conseguir inversiones. Hace 20 años viajar al exterior con ese fin tenía sentido: la revolución de la información de internet no había llegado y, en cierta medida, era fundamental ir a, por ejemplo, Rusia y "convencer" de las ventajas que tenía invertir en Argentina.

Hace 20 años, el déficit fiscal, la inflación y los gobiernos arrasando con las arcas del estado no eran vox populi como ahora. Lo sabían solo los que se dedicaban a finanzas internacionales y probablemente, fuera de alguna consultora privada, todos trabajaban en organismos institucionales financieros como el FMI o el Banco Mundial.

Entonces, esquivar a esos organismos e ir a un país a decir que Argentina tenía las mejores condiciones para instalar una fábrica de bulones podía zafar; con mucha picardía podías hacer que un par de empresarios se sienten a una mesa a ver el humo de los gráficos y lograr que metan un cable con unos millones al voraz sistema económico y social argentino.

Macri y el chamuyo en Europa

La manganeta esa no existe más. No solo porque si ahora le pedís a tu hijo de 10 años que averigüe cuál es el déficit fiscal de Letonia lo encuentra en medio segundo con su tablet, sino porque la economía ya es otra y, por lo tanto, la toma de decisiones para una inversión también es diferente.

Hoy no mostrás lo bueno que es Argentina para invertir explicando el alma del tango; ni siquiera en Buenos Aires quedan cabarets para que un empresario asignado a la región se quede unos días extras y, de paso, aprovechar y meter tres o cuatro reuniones más en la agenda. Rajan lo mas rápido posible a San Pablo.

Al margen: con lo de los cabarets me acabo de dar cuenta de que Buenos Aires tiene el mismo nivel de diversión corporativa que Irán.

Volviendo. Hoy, en el mundo las inversiones van dónde confluyen tres puntos fundamentales:

  1. Bajo déficit fiscal para quedarse tranquilo de que el país no choca;
  2. Baja inflación para que la operativa y logística en el país elegido no sea un caos; y 
  3. Bajos impuestos. De hecho, hoy la inversión que decide ir a un continente elige el país de menor tributación.

 El chamuyo no va más, y en los tres puntos estamos muertos, caballeros.