Entre Elisa Carrió y las elecciones en Brasil, Mauricio Macri tiene el corto plazo gobernado por factores que no puede controlar como quisiera. El Presidente avanza con el ajuste mientras sus aliados lo miran con desconfianza, el círculo rojo apuesta con más fuerza por una alternativa del PJ y sus leales cierran los ojos para poder divisar el futuro luminoso que sólo él ve y promete. Contra toda evidencia, con la economía en un túnel de malas noticias, la convicción presidencial sorprende incluso a María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta y los socios radicales, que lo acompañan únicamente porque no tienen a dónde ir.  

Es de valorar entonces, como pocos, el mensaje que Carlos Grosso ofrece en las mesas del peronismo. El asesor más discreto y experimentado del ingeniero sigue activo como siempre. Con una trayectoria larga en política que se truncó antes de tiempo por el fuego de la primera corrupción, todavía hoy Grosso es valorado en el campo del PJ. Aún en su faceta más moderada, su prédica está lejos del mesianismo de mercado que difunden los socios locales de Christine Lagarde y es hija del pragmatismo más descarnado.

Grosso le dice al PJ moderado que no le conviene disputar el poder en 2019

A contramano de la urgencia, el antecesor lejano del Presidente en la ciudad propone otra temporalidad y pide paciencia oriental para leer los días amargos del macrismo en el gobierno. Grosso le dice al PJ moderado que no le conviene disputar el poder en 2019, porque lo único que puede ganar es un problema de dimensiones mayúsculas. La enumeración de las razones es larga. En primer lugar, el contexto mundial es distinto y desfavorable: el déficit cero y la baja de la inflación -que sube con Macri a valores récord- deberán ser asumidos como mandamientos con la misma tenacidad por un eventual presidente criado en el justicialismo. No hay márgenes para ensayar demasiadas variantes, como lo demuestra el sendero común de Michelle Bachelet y Sebastián Piñera y como -supone Grosso- quedará demostrado hoy, si Fernando Haddad ingresa al balotaje y se desvive de cara a la instancia decisiva, en gestos a los mercados y los factores de poder. Apropiarse de consignas de la ortodoxia forma parte de la lección que el peronismo debería aprender ahora, así como la Renovación entendió que debía reivindicar la bandera de la democracia que se consagró en tiempos de Raúl Alfonsín.  

El ex gerente de Socma guarda un agradecimiento especial al clan Macri, por una relación que nació en tiempos del Franco todopoderoso. Por eso, habla de Mauricio como si fuera un chico. "Dejen que el pibe haga el trabajo sucio que hay que hacer. Es el único que está dispuesto”, dicen que dice. Es un razonamiento que escucharon incluso las cabezas del PJ del medio, que se promociona como alternativa ante un Presidente que -si ajusta hasta el hueso como quiere- detona las chances de su reelección. Miguel Angel Pichetto, uno de sus interlocutores, dará muestras de entendimiento en el debate que viene, cuando levante la mano para votar el Presupuesto que piden Macri, Lagarde y Wall Street.  

El asesor especial afirma que no están dadas las condiciones para que asuma un gobierno peronista y despliegue su histórico arsenal de medidas. Hace falta que Macri acabe su misión, para bien de una clase dirigente que se parece bastante más de lo que sugieren las rencillas cotidianas.

Salta a la vista otra diferencia que conspira contra la renovación poskirchnerista que apura el círculo rojo. Mientras la generación de Grosso, José Luis Manzano y Antonio Cafiero le ganó la disputa al sindicalismo, una década después de la muerte de Perón, hoy la última jefatura del movimiento no sólo está viva: es dueña de la intención de voto más alta en las filas de la oposición. Por lejos.   

Con una crisis que se proyecta en loop y una deuda que asusta incluso a los que tienen que cobrar, el mensaje del ex intendente porteño podría resultar más convincente que la del puro sacrificio que promueve su jefe, contra los deseos de las mayorías. Con una honestidad intelectual a prueba de balas, además, Grosso lo aclara siempre que puede: habla con un componente de peronismo en sangre cada vez más bajo.