La inédita final de la Copa Libertadores entre River Plate y Boca Juniors derivó en un papelón sin precedentes. Luego de que el presidente de la Conmebol, Alejandro Domínguez, decretara la postergación indefinida del partido, Daniel Angelici dejó en claro que buscará hacer valer el reglamento, obtener el triunfo por la vía administrativa y sembró más incertidumbre a un escenario desmadrado.

"La intención de Boca es que el Tribunal de Disciplina evalúe el expediente de 18 hojas que presenté y nos entregue una respuesta", sostuvo el mandamás xeneize, que busca asestar el mismo golpe que River le propinó en 2015, cuando lo eliminó de la competencia en los Octavos de Final, de manera burocrática, a raíz del episodio del gas pimienta.

La diferencia entre las dos suspensiones radica en que luego de lo sucedido en La Bombonera, la entidad rectora del fútbol sudamericano consideró que Boca era responsable de los ilícitos, debido a que se originaron dentro de la cancha. En esta ocasión, el contragolpe del club de la Ribera carece de sustento, ya que los desmanes se suscitaron en las adyacencias del Monumental. 

De esta manera, Angelici rompió el "pacto de caballeros" que había sellado ayer por la noche con Rodolfo D'Onofrio, quien, al igual que Marcelo Gallardo, accedió a no disputar el encuentro tras las agresiones que sufrió el plantel de Boca, mientras la Conmebol presionaba por jugar.

En esa línea, Guillermo Barros Schelotto consideró que sus jugadores no estaban en condiciones de jugar la revancha. "Tanto ayer como hoy estábamos en desventaja deportiva, debemos llegar los dos clubes en la misma situación", afirmó el técnico boquense.

En este contexto, los presidentes de ambos clubes deberán viajar a Asunción para presentarse en la sede central del organismo sudamericano, el martes a las 10 de la mañana, en pos de dirimir el futuro de la frustrada final.