Lucía Barbuto despabila una sonrisa fresca, clava los ojos en la ventana de una oficina que da al campo de juego del Estadio Florencio Sola y desliza una frase que sacude a los discursos que sostienen que el fútbol y la política deben marchar por caminos separados:

-La militancia es maravillosa porque nos permite transformar la realidad y construir un club y una sociedad mejor.

Ni el ruido de la lluvia ni las circunstancias deportivas que atraviesa el equipo que dirige Julio César Falcioni logran que se distraiga. Después de haber transitado el año inicial de su gestión al frente de Banfield, la primera presidenta de un club argentino de Primera División elegida por los votos de su masa societaria sigue reivindicando los sueños que la llevaron desde la subcomisión de socios a la comisión directiva, y desde la comisión directiva a la cúspide institucional.

Aunque no llegó a conocerlo, asume que buena parte de lo que es se lo debe a Reinaldo Guillermo Santiago Barbuto, Toti, su abuelo, el que parió el linaje verde y blanco en su familia: “Una de las primeras cosas que pensé cuando asumí fue que él estaría muy orgulloso de verme ahí”.

-Salvador Allende dijo alguna vez que ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica. ¿Pensás que ser mujer hoy y no pelear contra el patriarcado también lo es?

-Sí, seguro. Sin dudas que aplica la frase de Allende para nuestro presente. Las mujeres lo vivimos y lo sentimos en carne propia y entendimos que la manera de salir adelante es siendo empáticas y sororas. Pero también creo que los hombres deberían probar con ser más feministas porque el feminismo nos abraza a todas y a todos.

-¿Podrías haber sido presidenta de Banfield en otro contexto histórico?

-Me gustaría pensar que sí pero la verdad es que estoy convencida de que mi llegada a la presidencia se dio básicamente por un escenario de feminismo empoderado. Es evidente –o debería serlo- que las mujeres podemos ocupar los mismos espacios que los hombres y que nos corresponde por derecho. Pero, en otro momento, no hubiera sido posible. Si bien avanzamos mucho, todavía nos falta para tener una sociedad más justa y más igualitaria.

-¿Con cuántas trabas te encontraste a la hora de sentarte a discutir de fútbol con jugadores, representantes, técnicos y dirigentes?

-Este cambio de época hizo que me resultara más fácil ganarme el respeto. Lo fui llevando en el día a día. Con alguna gente me costó más y tuve que buscar cómo entrarles. Por ser la presidenta, siento que me escuchan con el mismo respeto que a un varón. Pero no me pasaba lo mismo cuando era una simple hincha. Cada vez que decía que me gustaba el fútbol, me pedían que recitara la formación de Banfield de memoria o que explicara la ley del offside. Al principio, contestaba para demostrar que sabía pero, después, dejé de hacerlo porque a ningún varón le piden esas justificaciones. Por suerte, como nos ven mucho en los pasillos del club y en la tribuna, de a poco la historia va cambiando.

-¿Qué iniciativas con perspectiva de género pudiste llevar adelante en tu primer año de mandato?

-Logramos armar un área específica sobre diversidad de género que organizó varias jornadas de capacitación y de concientización. Una de las más importantes fue sobre relaciones de pareja violentas. Tenemos también una abogada que asesora de manera gratuita a las socias que sufren violencia de género. Nos propusimos, en el ámbito de la comunicación, ir modificando parte del discurso. Soy de la idea de que lo que no se nombra no existe y nombrarnos como socias y socios es un modo de cambiar viejas costumbres. Además, en el colegio, por ejemplo, empezamos a practicar deportes mixtos para que las chicas y los chicos crezcan entendiendo que los deportes no tienen género.

-¿Puede resultar útil la implementación de normativas de discriminación positiva que obliguen a los clubes a aumentar la representación femenina en sus estructuras gubernamentales?

-Celebro cualquier medida que nos permita llegar para demostrar que estamos capacitadas. Yo suelo decir que tuve mucha suerte porque milité en una agrupación en la que siempre me escucharon y me apoyaron. Pero el lugar que las mujeres ocupamos no puede depender de la suerte. Las leyes suelen cumplir la función de que nadie quede librado al azar y, en ese sentido, entiendo que habría que elaborar marcos regulatorios que nos dejaran ocupar lugares que históricamente nos fueron vedados. Por lo menos, hasta que hayamos cambiado todo lo que tenemos que cambiar. Creo que hay muchas dirigentas capacitadas para ser presidentas y eso hace que tenga confianza en que en algún momento dejará de ser noticia tener una presidenta mujer.

-Banfield se transformó el 3 de octubre en el primer club de la Argentina en restituirles la condición de asociadas y asociados a sus socias y a sus socios detenidos-desaparecidos. En el acto pediste perdón por haber demorado tanto en realizar esta reparación histórica. ¿Por qué lo hiciste?

-Trabajamos mucho durante el último año con el área de derechos humanos y llegamos a la conclusión de que teníamos una deuda con la historia, con los familiares y con quienes en su momento fueron socias y socios de nuestra institución. Nunca tuve dudas de que debía pedir perdón por haber mantenido tantos años esta deuda. Lo dije como pude porque estaba realmente conmovida por estar sentada al lado de dos madres de Plaza de Mayo como Nora Cortiñas o Taty Almeida. Fue un pequeño gesto que sirvió para aliviar tanto dolor.

-¿Qué les responderías a quienes todavía cuestionan que los clubes se comprometan con reivindicaciones políticas que van más allá del escenario de las identidades partidarias?

-Que todo en la vida es política. Todos y todas hacemos política desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Hubo una demonización del término política: se lo ligó a lo malo, a lo negativo, a la corrupción. Yo creo que no es así. Para mí, la militancia es maravillosa porque nos permite transformar la realidad y construir un club y una sociedad mejor. Todas las decisiones que tomamos los dirigentes son políticas. La política es sana porque nos invita a movernos. Necesitamos que los jóvenes se acerquen a militar y empiecen a sentir de nuevo a la militancia como algo bueno.

-¿Cómo se convive en una institución policlasista y poliideológica como Banfield con la política partidaria?

-Los clubes somos parte de una comunidad y tenemos que tener relación con los políticos que están ejerciendo cargos a nivel municipal, provincial y nacional. En relación a la política nacional, siempre habrá diferencias. Incluso en la comisión directiva. Charlamos y discutimos con frecuencia porque vemos aspectos de la realidad de distinta manera pero es en esa diversidad de pensamientos en la que elegimos vivir. Eso sí: todos y todas entendemos que, a la hora de elegir por Banfield, vamos por el mismo camino.

-¿Es o no un peso que la vida política de Banfield haya quedado tan ligada a la figura de Eduardo Duhalde?

-Yo era muy joven cuando Duhalde fue presidente del país. Por supuesto que lo conozco. Es una persona que es hincha de Banfield y a la que vi en muchísimas canchas del ascenso y de Primera. Por ser un político de mucha experiencia, se lo ha consultado muchas veces sobre distintos temas, al igual que a otros dirigentes políticos que tenemos en el club. No lo vivo como un peso. Es un hincha más, un socio que colabora y al que se le puede pedir un consejo.

-En el contexto de la crisis económica y social que está atravesando la Argentina, ¿qué te genera que haya socias y socios que dejen de pagar la cuota porque no les alcanza el dinero mientras se gastan millones en comprar futbolistas?

-Es complejo. Si bien no somos un club únicamente de fútbol, sabemos que gran parte de nuestros ingresos proviene del fútbol profesional masculino y eso nos obliga a tratar de invertir para que los resultados se den en la cancha. Es la manera que tenemos de sostener el resto. Entendemos que la crisis es terrible y que afecta tanto al club como a los hogares de nuestra gente. Lamentablemente, a lo largo de este año nos topamos muchas veces con socios que llamaban para decirnos que no podían pagar más. Lo que hicimos fue evaluar cada caso para darles una mano sin ser injustos con quienes hacen el esfuerzo para abonar la cuota todos los meses. A muchos les planteamos que siguieran trayendo a los hijos a hacer deporte y que, cuando recuperaran el trabajo, se acercaran para armar un plan de pago.

-¿Cómo le explicarías a alguien que nunca pisó la Argentina por qué los clubes tienen que ser asociaciones civiles sin fines de lucro?

-Porque el rol solidario no encaja en una sociedad anónima. Para una empresa, si los números no cierran, hay que clausurar la actividad o despedir empleados. Y nosotros lo más importante que tenemos es eso. Cada vez que sacamos a una piba o a un pibe de la calle, estamos haciendo bien nuestro trabajo. Estar adentro de un club no sólo ayuda a desarrollarse desde lo físico sino también desde lo social porque te inserta en una comunidad. Muchas de nuestras actividades dan déficit pero igual se mantienen porque tienen muchos deportistas. Los clubes, a diferencia de las sociedades anónimas, no buscan obtener ganancias. Nosotros intentamos transformar cualquier superávit en obras para lo que haga falta. Y, además, hacemos todo esto ad honorem y eso es impensado en una empresa.