Lucho Avilés estaba en una tele en algún lado, con el jopo cristalino como si no le costara trabajo mantenerlo. Lo vio el pibe de los Arctic Monkeys, mandó a comprar el peine y la gomina y le copió el look.

Lucho era el espíritu puro de la república en el sector periodismo, la versión a dos veinte de lo que es más cansino en otro campo Joaquín Morales Solá.

Lucho Avilés, el espíritu republicano del periodismo

Como Sheriff con licencia para callar en los programas, Lucho hacía cumplir el imperio de la Ley.

Lucho era un cowboy entonces su reglamento tenía un componente moral. A la víctima del chisme se le respetaba un cacho de intimidad.

Lucho Avilés, el espíritu republicano del periodismo

Con Lucho, el chisme era un juego, una manera de divertirse a la tarde inventando una historia divertida que le hiciera pasar la tarde a mi abuela Juana en Avellaneda. Nunca le pregunté, pero seguro pensaba que Lucho Avilés era un señor.

El encanto de Lucho Avilés era la carcajada de burla siempre contenida, como una transgresión permanente de la cuarta pared como hacía Olmedo.

Lucho Avilés, el espíritu republicano del periodismo

A Lucho todo el tema del chimento le parecía como si estuviera haciendo Catch u otra forma de teatro.