Como cuando Néstor Kirchner estaba vivo. Así volvió a golpear ayer Cristina Fernández. Con un movimiento, la ex presidenta se adelantó a todos sus rivales, sorprendió con una jugada audaz y se corrió del centro sin resignar el poder. Con su sola ubicación en la fórmula, potenció el lugar decorativo destinado al vicepresidente y lo convirtió en otra cosa. CFK ya era la dueña de la iniciativa y mostraba una cara que no beneficiaba a Mauricio Macri: ahora busca reescribir su nombre en la historia con un gesto, que no rifa su potencial electoral y la para por encima, como verdadera jefa.

La mujer más invocada de un tablero previsible le cedió su lugar a un hombre sin poder propio. Para recuperar al peronismo, para sumar indecisos, para que “kirchnerismo” y “moderado” dejen de ser oxímoron en el diccionario de los factores de poder.

La senadora hizo, además, algo fundamental: elevó el nivel de la política para adaptarlo al tiempo del ajuste, el sacrificio y el endeudamiento récord. Como espejo refractario de aquel Macri que aseguraba a los que menos tienen que no iban a perder nada en su gobierno, ahora es ella la que con Alberto Fernández les dice a grupos empresarios, fondos de inversión y Fondo Monetario que no tengan miedo porque “es con todos”. Es la audacia de un cristinismo conservador que pretende ganar las elecciones con el mayor margen y promete gobernar en un contrato social. Con menos estridencia y más negociación, vestirse de sustentable, en un intento como el de Lula con Dilma y a la espera de un mejor final.

Estar a la altura de este movimiento implicaría que Macri dé paso -ahora sí- a los planteos internos de rearmar Cambiemos: convocar a todo el antikirchnerismo y resignar una candidatura que hoy se ve como pasaporte a la derrota.

Como autocrítica no escrita por haber cerrado su gobierno hasta perder aliados fundamentales y edificar opositores por todos lados, la Cristina 2019 eleva la política frente a un gobierno que descree de su potencia. Estar a la altura de este movimiento implicaría que Macri dé paso -ahora sí- a los planteos internos de rearmar Cambiemos: convocar a todo el antikirchnerismo y resignar una candidatura que hoy se ve como pasaporte a la derrota.

En el oficialismo, reaparecen dos facciones. Mientras el núcleo duro se dice beneficiado por un mal candidato como Fernández, los postergados por Macri ven una jugada maestra que sale a capturar el voto moderado y deja sin razón de ser a Alternativa Federal. El 2 a 0 de un partido que los amarillos iban perdiendo, a cinco minutos del final. Como si el triunfo de Juan Schiaretti hubiera sido una señal de largada para la ex presidenta y no para un PJ Federal que corre lento desde atrás.

Hasta antes del anuncio de los Fernández, en el macrismo circulaban encuestas que mostraban a CFK 8 puntos por encima de su archirrival: 38 a 30, la misma diferencia que existió entre el Frente para la Victoria y Cambiemos en las primarias de 2015.

Entre los accionistas del PRO, ya advertían un riesgo real de perder en primera vuelta, si se daban dos desplazamientos: el aporte electoral de Sergio Massa a la doctora y un Roberto Lavagna que le robara uno o dos puntos más al Presidente.

Entre los accionistas del PRO, ya advertían un riesgo real de perder en primera vuelta, si se daban dos desplazamientos: el aporte electoral de Sergio Massa a la doctora y un Roberto Lavagna que le robara uno o dos puntos más al Presidente.

Otros sondeos como los de Federico Aurelio ubicaban a MM 6 puntos abajo, pero con un techo imposible de perforar. De acuerdo al último trabajo de la consultora Aresco, la gestión Macri tiene apenas un 5% de intención de voto entre el 25 más pobre de la Argentina. En cambio, llega al 50% entre sectores medios y medios altos en los que Cristina no podría penetrar de ninguna forma. Tal vez esa sea, también, la misión del empoderado Fernández.

Como en 2015, Macri necesita el voto de las terceras fuerzas de cara a una eventual segunda vuelta. Pero, cuatro años después, los roles se invirtieron. La realidad, que antes complicaba al kirchnerismo cuando gobernaba, ahora incrimina al Presidente.

Para María Eugenia Vidal, la tarea es monumental. Según Aurelio, necesita que el ingeniero recupere por lo menos 3 o 4 puntos en provincia de Buenos Aires y sumar un corte de boleta de 6 o 7 más para descontar los por lo menos 10 que Cristina le lleva a Macri en el territorio madre de todas las batallas.

Para María Eugenia Vidal, la tarea es monumental. Según Aurelio, necesita que el ingeniero recupere por lo menos 3 o 4 puntos en provincia de Buenos Aires y sumar un corte de boleta de 6 o 7 más para descontar los por lo menos 10 que Cristina le lleva a Macri en el territorio madre de todas las batallas. Otras encuestas que maneja el PRO muestran que la diferencia negativa es incluso de 15 puntos, pero lo que más preocupa en el macrismo bonaerense es la resignación en las propias filas.

También el núcleo duro del gobierno intenta ampliar su margen de maniobra, aunque lo hace detrás de un objetivo cerrado: sostener a Macri en su deseo de reelección. Para eso fue Marcos Peña, hace algunos días, a visitar a Nicolás Caputo. El objetivo era repatriarlo para el experimento oficial, pero el “hermano” del Presidente insiste en transmitir que no quiere volver. Quizás, coincida con los que dicen que es hora de sacrificar a su amigo y no quiera ser él, otra vez, el encargado de darle la mala noticia.