El periodista estrella del grupo Clarín, Jorge Lanata, vive momentos de cambios. La transición del gobierno kirchnerista al macrista lo encontró en aprietos. Desde la conducción del programa Periodismo Para Todos (PPT), Lanata fue un actor estelar en los últimos años del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Con programas en los que tuvo incidencia directa en la campaña del 2015, el periodista hacía saltar el termómetro de rating todos los domingos. Hoy, en medio de un año sin elecciones y un horizonte de estrangulamiento fiscal, esboza pinceladas de críticas hacía el gobierno de Macri. Tal vez porque su público comienza a reclamarle algo del oficio que lo vio crecer.

Lanata y la posverdad, de líder anti kirchnerista a juez de entrecasa en la interna macrista

La primera víctima que recibió los dardos que salieron desde la pantalla de Canal Trece fue el vicejefe de Gabinete, ex CEO de Farmacity, Mario Quintana. El funcionario, que ya había sido apuntado por el diario La Nación, recibió el primer golpe del periodista. Ese domingo previo a la emisión del show televisivo, el Gobierno estaba al tanto de que Jorge tenía la mira puesta sobre Quintana e intentaron frenar el programa. El miedo al poder de fuego que tiene el conductor dominó el accionar del Ejecutivo que sintió, una vez más, que estaba recibiendo fuego amigo.

La denuncia que disparó contra el hombre de Marcos Peña no alcanzó los niveles a los que Lanata, que a sus veintitantos fundó el diario Página 12, tiene acostumbrado a su público. Ese domingo, Jorge transpiró. Marley, el famoso conductor que viaja por el mundo comiendo insectos junto a su hijo Mirko, le ganó en la batalla por la audiencia y Lanata padeció el rigor de los televidentes que esta vez no lo eligieron.

La acusación del ex conductor de Día D se basó en las artimañas que utiliza el funcionario para seguir tejiendo dentro de la empresa de la que dijo desprenderse desde que se lo designó en la jefatura de gabinete. Por eso, el sector de farmacéuticos denuncia que favorece y que ejerce un fuerte lobby para ingresar a la provincia de Buenos Aires. Lugar al que nunca puedo acceder porque la ley se lo impide. 

Al día siguiente, Quintana apareció en el programa de radio conducido por el periodista “Lanata sin filtro”. Jorge, con cigarrillo en mano, cedió su micrófono al descargo. El vicejefe de gabinete intentó explicar la estructura accionaria de la empresa y Lanata, con el sarcasmo que lo llevó a la fama, cargó contra él.

Después de ese domingo, el periodista bajó el perfil y, en la búsqueda del rating perdido, alternó programas políticos con entrevistas taquilleras (como la de Woody Allen) y sin mayores complicaciones políticas. Desde la trinchera ejerció una defensa férrea sobre las denuncias de abuso que envuelven al director neoyorquino. Pero Marley, otra vez, se llevó los ojos de los televidentes.

Ayer, en un intento por volver a la receta que mejor le sale, denunció al titular de Vialidad, Javier Iguacel, por la obra de un puente ferroviario que cruza Luján en forma de by pass. Para construirlo, el Estado desembolsó 55 millones de pesos, pero, según Lanata, el puente está mal hecho y el dinero siguió otro camino.

Jorge parece estar en plena adaptación al nuevo momento que le toca vivir. Dejó atrás los informes donde él y sus sabuesos desenmascaraban a los funcionarios del gobierno anterior por actos de corrupción, mientras marcaba los problemas estructurales de la Argentina y -al día siguiente- la agenda del Grupo y del país tenían su huella.