"La deuda que cancelamos con el Fondo Monetario Internacional,  similar a la suma que ese organismo prestó para sostener un  régimen de convertibilidad, condenado al fracaso, ha resultado  lejos la más condicionante, aún cuando a diferencias de otros  países que experimentaron situaciones críticas no recibimos ayuda  del Fondo para superar la difícil situación que enfrentamos. Esta deuda ha sido constante vehículo de intromisiones,  porque está sujeta a revisiones periódicas y ha sido fuente de  exigencias y más exigencias, que resultan contradictorias entre sí  y opuestas al objetivo del crecimiento sustentable”.

Con esas palabras, el entonces presidente Néstor Kircher le cerró la puerta al Fondo Monetario Internacional (FMI) en diciembre del 2005. El 3 de enero de 2006, el mandatario pagaría 9800 millones de dólares para sepultar cualquier conexión con la economía ortodoxa. Este lunes, casi 13 años más tarde, el presidente Mauricio Macri anunció que el país inició negociaciones con el organismo que conduce Christine Lagarde. Se trata de un plan con doble intencionalidad: blindar el financiamiento para Cambiemos de cara a la reelección en 2019 y transmitir confianza a los capitales en fuga ante la volatilidad del dólar.

En el Fondo no hay consenso. Los analistas que rodean a Lagarde nunca apoyaron el plan gradualista del gobierno argentino. Pero la Dama de hierro del FMI tiene otros planes. En el financiamiento del año electoral de Macri, Christine ve la oportunidad de consolidar a la alianza que puede volver a derrotar al kirchnerismo, que es todavía la fuerza con más intención de voto de la oposición.

En su plan de enterrar al partido de Cristina Kirchner, Lagarde está dispuesta a flexibilizar las máximas del organismo que preside. Es de esperarse que el Fondo preste atención a la balanza de pagos argentina para girar 30 mil millones de dólares, pero un ajuste fuerte en donde se acentúe la caída del consumo y no se corten los lazos de las obras públicas inauguradas, aún con el Banco Central atestado de reservas, pondrá en peligro el proyecto cambiemita que ya incumplió su principal promesa: llevar la inflación a un dígito en un solo mandato.

El lacónico mensaje de Macri apunta a los capitales extranjeros, que están vendiendo todos sus activos en pesos y abandonando la Argentina para mudarse a un dólar que se aprecia internacionalmente. Con el respaldo de los abanderados del ajuste, la solvencia de Argentina deja de ser una preocupación al menos en el mediano plazo.

La vuelta al FMI trae malos recuerdos,  por eso el ministro Dujovne, par de horas después del anuncio de Macri,  se precipitó a decir que "el Fondo aprendió de sus errores”. El acuerdo no está claro. Desde Estados Unidos, hablan de un Préstamo de Facilidades Extendidas de 30 mil millones de dólares a una tasa cercana al 5%. En ese sentido, en un contexto internacional donde el crédito se encarece, ésta debe ser la deuda más barata que tomó el Gobierno, aunque el costo simbólico es mayor que cualquier arreglo con el Fondo de París al 10%.

Es probable que, en lo que resta de este año y hasta las elecciones del 2019, el plan de ajuste se mantenga constante o se acentúe muy poco -más por la fuerza de los laderos de Lagarde que por su propia voluntad-. Eso sí, si Macri consigue su reelección el año próximo y el Fondo consigue alejar a Cristina otros cuatro años, el Presidente deberá devolver el favor a los ortodoxos y sacar del cajón las tijeras más afiladas.