Uno de los asombros más obstinados del pensamiento reaccionario consiste en elogiar hasta el hartazgo el trabajo en equipo mientras que, por otro lado, explica que los grandes logros de la humanidad se deben a virtudes individuales, nunca colectivas. Según esta visión mágica, lo relevante en política está dado por las virtudes personales de nuestros gobernantes antes que por sus iniciativas.

Este pensamiento mágico requiere de ejemplos que ilustren la importancia de la virtud individual por sobre la lucha o el trabajo colectivo. Con ese objetivo, ha diseñado un generoso santoral que incluye desde el Mahatma Gandhi hasta la Madre Teresa de Calcuta, pasando por Steve Jobs o Nelson Mandela, que suele llegar hasta nosotros a través de algunas citas famosas, no siempre apócrifas. Son ejemplos "inspiradores”, cuyas historias edulcoradas se adaptan al amistoso formato de un GIF o incluso al más arduo de un PowerPoint.

Entre ese selecto grupo de beatos, el preferido del presidente Mauricio Macri es su par sudafricano. La virtud más valorada de Mandela es su noble bondad aunque el hecho más relevante de su gobierno fue la creación de la Comisión para la verdad y la reconciliación, organismo que otorgó una amnistía a los responsables de crímenes de lesa humanidad a cambio de información.

Hace unos días, Nicolás Massot, presidente del bloque del PRO en la Cámara de Diputados, propuso que "con los años 70 hay que hacer como en Sudáfrica y llamar a la reconciliación". Al parecer, pese al candor de algunos analistas, la derecha moderna en chupines y zapatillas relanza las mismas letanías reacciona-rias de la derecha de siempre.

Entonces, ¿por qué Mandela, un comunista partidario de la lucha armada, encarcelado por traición a la patria y líder de una organización guerrillera, emociona tanto a nuestra derecha? Porque ofreció lo que la Argentina se resiste a aceptar: impunidad.