Es el último día laboral del año, viernes 30. El feriado va a caer un domingo cosa que enfurece a los más vagos, que especulaban con un 'fin de semana largo más'. A mi me da igual, hace semanas que estoy en Uruguay intentando adaptarme a este ritmo frenéticamente lento, de gente que pide permiso para respirar.

Desde que empezó el mes, el Bitcoin (o biti, como a nosotros nos gusta llamarlo, cariñosamente, para que se entere que es especial a nuestros ojos y que es, en buena medida, el hijo pródigo que siempre quisimos) está amagando con despegar. Transitó buena parte de las primeras dos semanas en los 800 dólares por unidad y ahora acaba de pasar la barrera de los 900, número que no alcanzaba desde noviembre del año 2013, cuando entrara en una larga e insoportable meseta de dos años.

Miro la pantalla con expectativa: había comprado dos bitcoins con unos billetes que me habían sobrado a principios de diciembre, y ahora los estaba viendo subir de cotización como quien enseña a un infante sus primeros pasos. Apuro mi gin tonic y cierro la pantalla; los mellizos necesitan ser acostados y nosotros, descansar para mañana, que será la fiesta de fin de año de un timorato 2016 que, por suerte, ya se va.

No tiene respaldo alguno y es descentralizado; cualquiera "puede hacerlo". Cualquiera puede ponerse a minar bitcoin o cualquier otra moneda.

Pasó exactamente un año y pareciera que estamos en el mismo lugar: unas cuantas cuadras más al norte, esta vez alquilamos otra casa a pocos metros de la playa. El ritmo de esta indómita provincia sigue siendo el mismo: te crecen canas antes que te llegue el pedido. Estoy mucho más impaciente que el año pasado: dejamos Buenos Aires con cotización oscilante entre los 17 y los 15 mil dólares por unidad, habiendo dejado atrás un techo de 20 mil la semana anterior a partir. Sí, otra vez más, pero ahora como nunca antes en la historia: vacaciones pagas por la especulación de la china comunista y la fiebre que explotó en el mundo todo por las criptomonedas.

No tiene respaldo alguno y es descentralizado; cualquiera "puede hacerlo". Sí, es exactamente así: como sucediera en su momento con la explosion del punk rock (cualquiera puede tocar), cualquiera puede ponerse a minar bitcoin o cualquier otra moneda. Si bien la dificultad a medida que se va terminando el número de bloques disponibles aumenta (son 21 millones en total, con cerca de 17 ya minados), siempre estará en manos de la comunidad de usuarios.

Si todos fuéramos a querer cambiar nuestros pesos o dólares por cualquier otra moneda FIAT, el sistema financiero tradicional volaría en mil pedazos.

Con transacciones en buena medida anónimas y la libertad de poder operar con cualquiera en cualquier parte del mundo al instante, sin bancos intermediarios ni necesidad de operaciones de cambio previas, su aceptación aumenta y la munición que recibe de parte del sistema financiero tradicional se vuelve cada vez más pesada.

Para muchos, sobre todo para los que se quedaron afuera, es la mayor burbuja financiera de todos los tiempos. Pero yo les pregunto: ¿qué prefieren si ya saben el resultado de antemano? Si todos fuéramos hoy a querer cambiar nuestros pesos o nuestros dólares por cualquier otra moneda FIAT, ¿qué piensan que sucedería con el sistema financiero tradicional? Volaría en mil pedazos, incapaz de responder con liquidez lo que en la práctica no es otra cosa que una linda fábula. Como el biti, por supuesto. Con la diferencia que está aceptado de antemano que el respaldo no existe, lo que vuelve al viaje endemoniadamente atractivo.