Cargado de sensibilidad, varias confidencias y algunos reproches, Eduardo Van der Kooy despidió a su amigo Julio Blanck con una emotiva carta publicada en Clarín, el diario que los unió durante años y sobre el que forjaron los cimientos de una destacada amistad.

"Llevo mil puñaladas en el alma", comenzó el periodista en su columna en homenaje al analista político tan solo un día después de su muerte. Haciendo honor a una profesión que compartían y ejercían codo a codo, casi al punto de alcanzar la literalidad, volcó en varios párrafos su más sincero pésame.

Rememorando las "pinceladas de ironía" con las que decoraron una relación de décadas, pero sin olvidar la cotidianeidad, el diálogo, la solidaridad, el respeto y el profundo sentimiento que también compartían, Van der Kooy -y también Blanck- se arrepintió de no trasladar esa amistad a la vida personal e íntima de cada uno.

Van der Kooy: "Nuestra amistad jamás se animó a invadir debidamente la vida personal e íntima de cada uno. Nos hemos dado cuenta tarde de semejante distracción".

"Nuestra amistad jamás se animó a invadir debidamente la vida personal e íntima de cada uno. Ese mundo que se edifica fuera del trabajo. Nos hemos dado cuenta tarde de semejante distracción", lamentó con pesar.

Sin embargo, destacó unas palabras que Julio le envió por WhatsApp en aquellos tiempos oscuros que atravesó durante la incansable lucha que le presentó a su dura enfermedad, pero que les permitió disfrutar de una "sensibilidad que casi habíamos mantenido blindada".

"Resulta que a la vuelta de los años, fóbicos y cínicos como solemos ser, encontramos el valor de una amistad que no necesita de alardes para ser sincera y profunda", valoró en un mensaje que conmovió profundamente a su inseparable compañero de Código Político, el programa que compartían en TN.

Blanck: "Resulta que a la vuelta de los años, fóbicos y cínicos como solemos ser, encontramos el valor de una amistad que no necesita de alardes para ser sincera y profunda".

Finalmente, Van der Kooy relató su último encuentro. Tras compartir tiempo con la esposa y una de las hijas de Blanck, disfrutaron de una extensa charla, entre escones artesanales y té, que se prolongó por cuatro horas en las que hablaron de todo y en las que hasta se reprocharon que a aquella inquebrantable amistad le hubiese faltado algo.