“Le hiciste creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior"

Javier González Fraga, mayo de 2016

Hace unos días, el presidente Mauricio Macri interrumpió sus vacaciones en Villa La Angostura para explicarnos que 2018 fue un año "muy duro" pero que los argentinos "crecimos, porque aprendimos y comprendimos que de 70 años de fiesta no se sale en tres". No habló de 70 años de lluvias de fuego o de maldiciones bíblicas cuyos resultados catastróficos no podrían ser remediados en apenas tres años, sino de fiesta.

Como suele ocurrir cada vez que los dirigentes de Cambiemos se aventuran en algún comentario más o menos histórico, hay varios niveles de asombros en esa afirmación. El más obvio consiste en recordar que entre 1949 y hoy, es decir, durante ese largo período festivo, ocurrieron el bombardeo a la Plaza de Mayo, los 18 años de proscripción del partido mayoritario, los golpes de Estado contra Juan D. Perón, Arturo Frondizi, Arturo Illia y Estela Martínez de Perón, la dictadura de Onganía, los años de plomo, el Rodrigazo, la dictadura del Proceso, los desaparecidos, la hiperinflación del 1989 y 1990, y la debacle del 2001. 

Pero lo más asombroso no es que vea una fiesta en dónde no la hubo sino que, al verla, considere que debe terminar. Teniendo en cuenta que Macri no es un anacoreta alérgico a los bienes materiales sino un digno representante de una clase social proclive al lujo y los placeres de este mundo, podemos sospechar que su problema no es con la fiesta en sí, aún imaginaria, sino con quienes, según él, participan de ella. En realidad, el presidente no hace más que retomar una vieja letanía reaccionaria que considera que las mayorías en nuestro país gozan de un nivel de vida tan alto como insostenible. 

En una entrevista con Bernardo Neustadt en 1977, Martínez de Hoz, el entonces ministro de Economía de la Dictadura, explicó con honestidad: “A los trabajadores, de entrada, y siempre diciéndoles la verdad (…) les dije que era indispensable que el salario estuviera contenido relativamente en relación a la producción global de la economía”. 

A la fiesta populista de sueldos altos, vacaciones pagas, subsidios a los servicios públicos, jubilaciones sin aportes, AUH y educación y salud gratuitas, nuestro establishment suele contraponer metáforas quirúrgicas como la famosa “cirugía mayor sin anestesia” de los años ´90, que por supuesto sólo fue aplicada sobre miembros ajenos.

La utopía reaccionaria que hoy retoma Cambiemos nos ofrece así dos caminos posibles: la fiesta, para quienes tomaron la precaución de nacer en la clase social adecuada, y el quirófano, para el resto.