La noticia produjo sorpresa, festejos y cuestionamientos. Como toda figura que divide aguas, la resolución del máximo Tribunal colombiano contra Álvaro Uribe Vélez no pasó desapercibida. Acusado de sobornos y el uso de falsos testigos, el actual senador -el más votado en los últimos comicios- hoy se encuentra bajo arresto domiciliario, además, contagiado de Covid, según declaró luego de su detención.

Para entender la magnitud del asunto: en un país que atravesado por un conflicto armado interno desde hace más de medio siglo, Uribe no sólo gobernó dos mandatos desde 2002 a 2010 (reforma constitucional mediante), sino que abandonó el poder con un elevado nivel de popularidad. Tan alto que logró imponer a su sucesor, Juan Manuel Santos, como siguiente presidente y cuando éste se distanció políticamente de su mentor, se dio el lujo incluso de designar al siguiente mandatario, el actual presidente Iván Duque.

Abogado de profesión, Uribe comenzó su carrera política a principios de los 80 cuando fue electo alcalde de Medellín. Posteriormente obtuvo una banca en el Senado en la cual permaneció durante 8 años hasta que logró llegar a la gobernación de Antioquía. Desde ese cargo se catapultó a la presidencia como un disidente del Partido Liberal.

Uribe forjó los cimientos de su gobierno en un contexto regional donde crecían con fuerza los cuestionamientos a los postulados del Consenso de Washington y emergían gobiernos de signo progresista en Brasil, Uruguay, Chile, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina. En un cuadro de aislamiento político, el líder conservador plasmó su autoridad con una política de mano dura contra las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) que propinó duros golpes militares a la guerrilla gracias al financiamiento norteamericano del Plan Colombia. También logró una caída significativa en los índices de seguridad ciudadana y un crecimiento económico que posicionó al país como uno de los que mejor pudieron enfrentar el embate internacional de la crisis hipotecaria de 2008. Con ese envíon, el exmandatario pudo llevar adelante una reforma constitucional que le habilitó un segundo mandato al frente del Ejecutivo.

Sin embargo, durante su presidencia no faltaron tampoco las denuncias por "falsos positivos" (asesinatos de civiles por parte del Ejército) presentados como enfrentamientos armados. En Colombia, se registraron hasta 2018 al menos 2238 muertes por "falsos positivos" aunque estimaciones no oficiales elevan esta cifra hasta 10 mil. El Tribunal Superior de Antioquía ha investigado a Uribe por dos masacres ocurridas en ese estado mientras era gobernador.

También han salido a la luz lazos entre el exmandatario e integrantes de grupos paramilitares de ultraderecha. La causa que hoy lo tiene en vilo, justamente, incluye el soborno a un exintegrante de las Autodefensas de Colombia para testificar en favor del senador contra Iván Cepeda, un dirigente progresista que denunció a Uribe por sus vínculos con los grupos armados paramilitares.

En un país que atravesado por un conflicto armado interno desde hace más de medio siglo, Uribe no sólo gobernó dos mandatos desde 2002 a 2010 (reforma constitucional mediante), sino que abandonó el poder con un elevado nivel de popularidad.

Militancia contra los acuerdos de Paz

Una vez abandonado el gobierno, Uribe fue un activo militante contra los acuerdos de paz que firmó su sucesor con las FARC y utilizó su influencia política para lograr el rechazo de la población en el plebiscito que debía aprobarlo. La consecuencia natural de ese resultado fue el empantanamiento y crisis de los pactos alcanzados, con el regreso a las armadas de distintas fracciones guerrilleras incluido.

La detención de Álvaro Uribe: ¿el fin de una era en la región?

La sociedad colombiana, sin embargo, mostró en el último periodo síntomas de cambio. El año pasado, ante un paquete de medidas de recortes en el gasto promovida por Duque, tuvieron lugar paros generales y movilizaciones masivas en varios puntos del país que cuestionaban no solo la política económica oficial, sino su postura frente a los acuerdos de paz. Durante esas semanas agitadas, por primera vez, los sondeos empezaron a mostrar una caída tanto de Duque como de su padre político. Posteriormente la pandemia, como en el resto de la región, puso todo en un compás de espera.

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La orden de detención a Uribe rompe con la monotonía signada por el coronavirus, al tiempo que puede leerse en un contexto de cambios y transformaciones en Colombia y en la región. Uribe era, hasta el día de su detención, una de de las principales voces de la derecha en América Latina. Hoy, una de las estrellas del firmamento conservador comienza a apagarse.