Hay una balanza invisible que inclina la política argentina de los últimos 10 años. Cuando Cristina Fernández de Kirchner se apodera del centro, Elisa Carrió oscila entre la impotencia y la marginalidad. Pasó en 2011 a favor de la primera, se revirtió en 2015 y 2017 en beneficio de la segunda y pareciera estar pasando ahora, con la ex presidenta como dueña de una escena que se mira adentro y afuera. Mientras Cristina acelera en una campaña en la que busca, como nunca, hablarle al tercio de escépticos e indecisos, Lilita vocifera otra vez contra los que votan a los ladrones y agradece la muerte ajena. Enojarse con el electorado no parece el mejor método para remontar tres años largos de sacrificio, con inflación, recesión, derrumbe del consumo y aumento del desempleo.

Detrás de esas dos mujeres esenciales para entender los vaivenes del péndulo y la polarización, funcionan corrientes de sentido social. La economía real y la república antimafia, según los postulados de cada una.

El exitoso macrismo electoral se basó en la venta de un futuro que era otro y en el ojo de Jaime Durán Barba, que dice haber pasado toda su vida tratando de “comprender” lo que siente la “gente común”. Así habló Cristina en la Feria de Libro. La ex presidenta pasó por encima de medios, detractores menores y opositores duros con los que tantas veces se enojó para salir a moldear una nueva mayoría.

La ex presidenta pasó por encima de medios, detractores menores y opositores duros con los que tantas veces se enojó para salir a moldear una nueva mayoría.

Habló con un tono de madre comprensiva, casi una psicóloga social que intenta entender por qué también los sectores más humildes rechazan los planes sociales o apuestan a un exponente como Mauricio Macri para que resuelva sus problemas. Por qué los argentinos y argentinas somos tan difíciles. La Cristina de La Rural es tan candidata que ya habla de cómo gobernar en la era del ajuste. El contrato social con olor a Gelbard plantea que hace falta “algo distinto a todo” y “sin lugares comunes”. Como si el cristinismo hubiera sido una infancia política de autocelebración que no pensó en madurar y hubiera llegado, ahora, el tiempo de la adultez.

El eslogan de la burguesía nacional está de regreso. Si es una revival del invento de empresarios amigos para sectores más o menos estratégicos o una apelación a lo que queda en pie después de Macri, está por verse. Pero el cristinismo de la conciliación le habla también al mercado, a los hombres de negocios como Daniel Vila, a Wall Street y al bueno de Donald Trump.

Lo dijo Rosendo Fraga: guste o no, se le crea o no, “esta no era la Cristina que quería el gobierno”. Decir que nada se alteró, salvo el gatopardismo de una candidata ambiciosa, es confundir deseo con realidad y menospreciar un dato apabullante para las mayorías: el fracaso de Macri en inflación, crecimiento y pobreza.

En diálogo con ese cuadro, el último informe de Eco Go vuelve a poner en primer plano la fragilidad oficial y alerta sobre el “boomerang” de la polarización para un gobierno al que “se le acaban los cartuchos” antes de tiempo. La consultora que dirige Marina Dal Poggetto advierte que “atar la estabilidad cambiaria de cortísimo plazo a la venta de dólares del BCRA, con reservas netas limitadas, programa financiero ajustado y una incertidumbre política con riesgo de seguir escalando, podría generar inestabilidad en los depósitos a plazo fijo”.

El cristinismo de la conciliación le habla también al mercado, a los hombres de negocios como Daniel Vila, a Wall Street y al bueno de Donald Trump.

Con una inflación que estima en 4,1% para abril y 16% para el primer cuatrimestre del año, con recesión y con caída en la recaudación, el talón de Aquiles de la estrategia amarilla es quemar reservas para contener al dólar y permitir que el candidato Macri llegue con vida a las elecciones. “Las reservas netas son US$20 mil millones, casi US$16 mil millones menos de los que tenía el Central cuando arrancó la corrida de 2018 y con US$25 mil millones de dólares más de deuda con el FMI” que ya se evaporaron y “fueron a financiar la fuga de capitales”.

Con un mercado en contra que aprieta por un Plan B, nadie sabe si esa frazada corta alcanza para afrontar el 22 de junio y los resultados de las PASO. “Un nuevo shock cambiario”, “un salto de la inflación”, mayores “ratios de endeudamiento”, “un escenario inestable”; todo eso figura como reverso del vamos bien de Balcarce 50.

El resultado de las elecciones en Córdoba será decisivo para alterar un tablero que hace cuatro años no cambia de esencia. Quebrar la polarización con una alternativa a Macri no sólo depende el triunfo aplastante de Juan Schiaretti. También de la voluntad real del gobernador más importante del PJ para salir de su territorio blindado y poner el cuerpo en la construcción de un peronismo nacional y moderado. Justo lo que ahora también pretende abarcar la Cristina de la Rural.