El cónclave, en su semana clave: entre hermetismo y especulaciones, los detalles del proceso para elegir al sucesor de Francisco
Este lunes se realiza la última reunión de cardenales previo al inicio del encuentro decisivo en la Capilla Sixtina el miércoles. El próximo Papa surgirá del debate de las posturas reformistas y conservadoras de la Iglesia católica.
El Vaticano se apresta a vivir la semana más determinante de los últimos 12 años para la historia de la Iglesia católica. Dentro de la Capilla Sixtina, el próximo miércoles 7 de mayo, 133 cardenales deberán decidir quién de ellos es el más apto para suceder a Francisco y tomar el trono de San Pedro, luego de que el pontífice jesuita argentino marcara un antes y un después en la manera de llevar adelante su papado, con fuertes gestos de humildad, amor por los pobres y desdén por la pompa eclesiástica.
Este lunes se realiza la última reunión de los sacerdotes en cuestión, previo al inicio del encuentro decisivo, en el que deberán consensuar un nombre, que surgirá del debate de las posturas reformistas y conservadoras, así como también de la capacidad de los diferentes grupos de llegar a acuerdos sobre cuál es el mejor rumbo para liderar a los más de 1.400 millones de fieles después de la muerte del Sumo Pontífice N° 266 el pasado 21 de abril, a lo 88 años.
La Santa Sede será el epicentro de las conversaciones, que cobraron con el correr de los días mayor trascendencia tras las exequias públicas que culminaron el sábado 26 de abril y dieron paso al proceso de sucesión, en el que -como es costumbre en estos casos- reina el hermetismo, pero también las especulaciones sobre los candidatos con más chances. Hasta el momento, y aunque suele ser la norma la aparición de un "tapado", Pietro Parolin -segundo de Francisco y secretario de Estado del Vaticano- es quien pica en punta.
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Rodeados por los majestuosos frescos de Miguel Ángel, los 133 electores de todo el mundo se reunirán para protagonizar uno de los rituales más antiguos e inescrutables del catolicismo.
Proveniente de diversas órdenes religiosas y con distintas tendencias ideológicas, el selecto grupo se encerrará "bajo llave" -tal como lo indica el origen latino de la palabra cónclave ("cum clavem")- para designar al nuevo obispo de Roma, además de un influyente jefe de Estado.
El proceso formal, históricamente cargado de misticismo y marcado por el juramento de secreto vitalicio de sus participantes, tendrá su comienzo oficial el miércoles con una oración en la Capilla Paulina del Vaticano, seguida de un juramento de los cardenales antes de ingresar al excelso lugar de la votación. La jornada inaugural culminará con una misa solemne a las 10 en la Basílica de San Pedro "por la elección del sumo pontífice".
La elección papal trasciende lo meramente religioso, ya que lo que se busca es un líder capaz de afrontar los complejos desafíos globales, por lo que los expertos en cuestiones vaticanas argumentan que la deliberación se centrará en encontrar un "perfil" con capacidad para abordar temas como la persecución por motivos de credo, la secularización, las tensiones geopolíticas y las dificultades en diversas regiones del planeta.
Si bien el proceso es impredecible, y los sacerdotes invocan la guía del Espíritu Santo para su selección, desde hace días resuenan algunos nombres como los posibles elegidos. Más allá de los italianos Parolin y Matteo Zuppi, en la línea reformista y diplomática se menciona también al filipino Luis Antonio Tagle y al luxemburgués Jean-Claude Hollerich. Por otra parte, hay quienes apuestan por el ghanés Peter Turkson y el estadounidense Joseph Tobin.
El peso latinoamericano
Una enorme diversidad geográfica caracteriza este cónclave de 2025, ya que habrá representantes de 71 países entre los electores. En ese contexto, América Latina tendrá un rol clave, al aportar 23 purpurados del total de 133, entre ellos siete de Brasil (João Braz de Aviz, Paulo Cezar Costa, Sérgio da Rocha, Odilo Pedro Scherer, Jaime Spengler, Leonardo Ulrich Steiner y Orani João Tempesta); cuatro de Argentina (Mario Aurelio Poli, Víctor Manuel Fernández, Vicente Bokalic Iglic y Ángel Sixto Rossi) y dos de México (Carlos Aguiar Retes y Francisco Robles Ortega).
El grupo lo completan Fernando Natalio Chomalí Garib (Chile), Luis José Rueda Aparicio (Colombia), Juan de la Caridad García Rodríguez (Cuba), Luis Gerardo Cabrera Herrera (Ecuador), Álvaro Leonel Ramazzini Imeri (Guatemala), Cardinal Chibly Langlois (Haití), Leopoldo José Brenes Solórzano (Nicaragua), Adalberto Martínez Flores (Paraguay), Carlos Gustavo Castillo Mattasoglio (Perú) y Daniel Fernando Sturla (Uruguay).
De los 252 cardenales convocados a Roma tras el fallecimiento de Francisco, 224 asistieron al funeral, pero solo 133 -menores de 80 años- participan en la votación. El español Antonio Cañizares y otro máximo sacerdote bosnio estarán ausentes por motivos de salud.
Un dato significativo es que el 80% de quienes tienen derecho a votar y ser votados fueron nombrados por el propio Francisco, incluidos 20 de los 23 representantes latinoamericanos. Los otros tres recibieron su designación del antecesor, Benedicto XVI.
Si bien eso no asegura nada según los expertos, sugiere la posibilidad de una continuidad del legado reformista en temas como la inclusión LGBTQ+, el activismo climático, la justicia social y la lucha contra la pedofilia. Con todo, hay fuertes rumores de que un grupo más conservador puja por imponer una alternativa mucho más moderada.
Los tiempos de elección
El cónclave se prolongará hasta tanto se elija un nuevo pontífice, lleve el tiempo que lleve al grupo con vestimenta distintiva que se alojará en la residencia de Santa Marta -lugar donde vivió y murió Francisco- ponerse de acuerdo y tomar la decisión.
Incomunicados del exterior bajo pena de excomunión, tendrán prohibido el uso de teléfonos, así como el acceso a internet, periódicos, radios o televisión. Cualquier contacto solo se permitirá por "razones graves y urgentes" aprobadas por un panel de cuatro cardenales.
Habrá cuatro votaciones por día -dos por la mañana y dos por la tarde- hasta el momento en que un candidato obtenga una mayoría de dos tercios, es decir, 89 votos. Las papeletas y notas de los cardenales se quemarán en una estufa cada dos rondas de votación, lo que permitirá detectar a través de la chimenea visible desde la Plaza San Pedro si hay o no nuevo Papa. El humo negro será señal de que aún no hay definición, mientras que la esperada "fumata blanca" precederá al anuncio del flamante encargado de dirigir a la Iglesia.
En caso de que por tres días consecutivos no se logre alcanzar la elección, el proceso se suspenderá por un día -dedicado a la oración- y continuará luego para que se defina por mayoría simple entre los dos candidatos más votados.