Cuando el viernes se selló en el Vaticano el ataúd con los restos del argentino Jorge Bergoglio, en la víspera del histórico y multitudinario funeral que se llevó a cabo este sábado y que lo depositó en la basílica romana de Santa María la Mayor, el trono de San Pedro quedó formalmente vacante y se inició un período de transición que derivará en la elección de un nuevo Papa. Hasta ese momento, la Santa Sede quedará en manos del camarlengo, actualmente el estadounidense Kevin Farrell, quien es el encargado de convocar a los cardenales para organizar la sucesión.

Las normas canónicas establecen que el cónclave para la elección del nuevo líder de la Iglesia católica no debe convocarse durante los Novendiales, el período de nueve días de misas por el alma del Sumo Pontífice fallecido, que empieza a contarse desde el entierro, ni extenderse más allá de la vigésima jornada tras su muerte. 

Por lo tanto, las reuniones secretas de las que surgirá el sucesor de Francisco recién podrán desarrollarse entre los próximos 5 y 10 de mayo. Según fuentes eclesiásticas, el martes 6 es la fecha que hasta el momento ha reunido más consenso para que los purpurados menores de 80 años comiencen a deliberar y a votar.

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El primer inconveniente que debe sortear Farrell es que el número de 133 cardenales electores es superior al que figura en la normativa vaticana, que fija el máximo de votantes en 120

Los cardenales con derecho a sufragar son ahora 135 -debido a los nombramientos efectuados por el jesuita argentino-, pero hay dos, el español Antonio Cañizares y el italiano Marcello Semeraro, que no participarán por razones de salud.

Otra cuestión que provoca dolor de cabeza, de acuerdo a los periodistas que viajaron al Vaticano, es la postura de Angelo Becciu, uno de los colaboradores más cercanos al Papa hasta que, en 2020, Francisco le quitó sus "derechos asociados al cardenalato" cuando quedó envuelto en un escándalo por la compra de un edificio en el centro de Londres. En 2023, el purpurado italiano de 76 años fue condenado formalmente a cinco años y seis meses de cárcel por delitos financieros.

Según medios romanos, el nacido en Cerdeña, que siempre se proclamó inocente, se presentó hace unos días en las asambleas previas al cónclave y reclamó participar de la votación, al argumentar que el fallecido Papa le suspendió sus derechos, pero no sus "deberes" como cardenal, entre los cuales está la elección de un nuevo pontífice.

En ese sentido, no son pocos los que afirman que su compatriota Pietro Parolin, secretario de Estado de la Santa Sede y firme candidato a suceder a Bergoglio, le mostró a Becciu dos cartas escritas a máquina que el argentino le habría dejado con expresas instrucciones para impedir el ingreso al cónclave del religioso condenado, que sigue resistiéndose a aceptar esa decisión.

En cualquier caso, la Capilla Sixtina, situada a la derecha de la basílica de San Pedro, espera a los cardenales que deberán elegir algo más que al sucesor del Papa fallecido el lunes último a los 88 años: esto es, si se inclinan por continuar el camino reformista que les marcó el exarzobispo de Buenos Aires o por regresar a la senda conservadora que transitó Benedicto XVI. 

La elección se hará por escrutinio secreto. Un postulante necesita dos tercios de los sufragios para ser designado jefe del catolicismo. El primer día de encierro se realizará una sola votación y en los posteriores, en caso de fracasar, dos por la mañana y dos por la tarde.

Tras cada votación, se quemarán las papeletas con los nombres elegidos en una estufa instalada en la capilla. El color del humo que salga por la chimenea anunciará al exterior el resultado: si es blanco, significará que se ha alcanzado un acuerdo. Si es negro, el cónclave deberá continuar.

Una vez elegido el nuevo Santo Padre, se le preguntará si quiere asumir y cómo desea ser llamado. Posteriormente, será conducido a la "Sala de las Lágrimas" para que se vista con el atuendo papal, y el último paso será anunciar su nombre al mundo. El encargado de esta tarea es el protodiácono, quien desde el balcón de San Pedro exclamará "habemus Papam" (tenemos Papa), después de lo cual hará su aparición el elegido e impartirá su primera bendición "Urbi et orbi".