¿Qué tan factible y deseable sería que exista una moneda común en el Mercosur? Sin ánimos ni pretensiones de volver barroca la prosa de esta columna, vamos a responder a esta pregunta en el primer párrafo y luego explicar solo algunos por qué para quien quiera seguir leyendo: es de las peores ideas que alguien puede sugerir en el contexto actual de la región en general y de Argentina, en particular. Y así como el propio Banco Central brasileño lo descartó, no deja de ser interesante el ejercicio de explicar el por qué es una mala idea, despejando el humo de las últimas horas y, de paso, tratando de resumir sencillamente qué es el Mercosur y qué son los bloques de integración económica.

El Mercosur es un bloque de integración económica, como muchos que hay en el mundo. Hay cuatro tipos “puros” de estrategias de integración, que consisten en la negociación de aspectos clave de comercio exterior entre países que deciden integrarse: las Zonas de Libre Comercio (ZLC), que implican la negociación de aranceles de 0% para las importaciones entre países del bloque; las Uniones Aduaneras (UA), que incluyen los atributos de la ZLC, pero que, además, fijan un arancel externo común a los productos que ingresan de países fuera del bloque (ejemplo: si ingresan motos alemanas al Mercosur, los países miembros deben fijar el mismo arancel).

Luego, están los Mercados Comunes (MC), que mantienen los elementos ya descriptos e incorporan la armonización de leyes laborales, políticas migratorias, instrumentos previsionales, entre otros, en orden de buscar el libre flujo de personas, capitales y recursos entre los países miembros. Y, por último, el tipo de integración económica más completo y ambicioso es la Unión Monetaria (UM), que, además de los aspectos ya listados, implica una moneda única (como el Euro en el caso de la UE, que es una canasta de monedas) o la fijación de los tipos de cambio de los países miembros a un parámetro común.

Humo Real: la inviabilidad de una moneda común en el Mercosur

Cada paso de integración, implica la negociación y el renunciamiento al control de ciertos aspectos de política económica. En una ZLC se establecen pautas comunes de comercio exterior y, para modificar un arancel, hay que primero negociar con los países del bloque.

En la UA la negociación de aranceles externos comunes es elemento para definir un perfil de política industrial o productiva regional; cuáles importaciones queremos favorecer o estimular en nuestra región y para qué. En una UM se resigna control autónomo de la política monetaria y la política cambiaria; lo cual, en situaciones de volatilidad o ante shocks que afectan a la economía, puede ser un problema. La capacidad de respuesta de las economías más pequeñas de la Unión Europea a la crisis internacional e 2008/09 son una muestra de esto, siendo el caso de Grecia el más ilustrativo. Sin poder depreciar la moneda ni desplegar herramientas monetarias, fue la intervención de la troika (Banco Central Europeo, Comisión Europea y Fondo Monetario Internacional) la que condujo el manejo de la crisis griega, con las consecuencias y avatares que son de público conocimiento.

Hasta acá la más que breve reseña teórica sobre lo que hablamos. Ahora, ¿es posible que el Mercosur mute en Unión Monetaria? Independientemente de eso, ¿es deseable?

Humo Real: la inviabilidad de una moneda común en el Mercosur

La integración a un nivel de sofisticación tan alto requiere de la convergencia de ambos países a ciertos niveles (a determinar entre ellos) de estabilidad de tipo de cambio, déficit fiscal, inflación y tasa de interés. Tomando en cuenta esto y viendo la trayectoria económica de nuestro país en el último tiempo, cualquiera ya puede identificar la dificultad que implica esta convergencia; más teniendo en cuenta que desde 2020 en adelante, nuestra estabilidad cambiaria estará condicionada por los vencimientos de deuda que asoman en el horizonte y una muy reducida capacidad de endeudamiento neto, factores que presionarán sobre nuestra cuenta corriente.

Saliendo de la mirada cortoplacista, el comportamiento volátil de nuestra economía durante las últimas décadas da para pensar la dificultad de encarar un proceso de convergencia de estas características. Volatilidad que también ha afectado a la economía brasileña que, si bien en el largo plazo se ha mostrado más estable, tuvo una trayectoria signada por su propia crisis entre 2013 y 2018. Partiendo de estas observaciones, no es redundante decir que un proceso de integración monetaria del Mercosur requeriría muchos años para poder ser diseñado, negociado, acordado y, no menor, implementado. Si tomamos en cuenta que en casi 30 años de Mercosur, nuestro Mercado Común Del Sur funciona como una zona de libre comercio imperfecta porque aún en este tiempo no se han armonizado aranceles y quedan pendiente aranceles externos comunes para numerosas posiciones arancelarias. Entonces, la sola idea de querer escalar este bloque al nivel más elevado de integración es, lisa y llanamente, humo.

Humo Real: la inviabilidad de una moneda común en el Mercosur

Esto de ninguna manera busca contradecir la idea de que debemos profundizar nuestra integración con Brasil. Solo señalamos que buscar una UM no es el camino. Una buena estrategia para que ambos países se potencien y complementen en trabajar en el diseño de un perfil industrial común. Ambos países, juntos, son los principales productores de proteína animal del mundo (mientras que el principal productor de alimentos es Holanda); fabrican automóviles, acero, electrónica, maquinaria. Cuentan con mineral de hierro, litio, hidrocarburos. No obstante este potencial a explotar, las exportaciones del Mercosur fuera del bloque, se han ido primarizando.

La gran pregunta, entonces, para nuestros países a la hora de pensar nuestra integración al mundo es ¿cómo agregamos valor a nuestras exportaciones? ¿Cómo potenciamos un mercado que cuenta con recursos naturales, diversidad productiva, sectores industriales y un capital humano bien capacitado para la prestación de servicios? ¿Es copiando ideas u otras experiencias sin rigurosidad? ¿O es entendiendo las particularidades de nuestra región, de nuestras economías y de lo que podemos ofrecer tanto al mundo como a las casi 300 millones de personas que viven en el Mercosur? Y tal vez, por último, en tanto análisis estas horas, pocos pensaron en consultar la opinión de Paraguay y Uruguay antes de que el Presidente de Brasil tire una idea de semejante magnitud. Detalles.