Fernando Haddad gobernó San Pablo durante ocho años y fue ministro de Educación otros siete. De todos modos, llegó a las urnas como un desconocido abanderado de Lula da Silva y no pudo capitalizar los votos de su líder. El clima de la polarización no lo ayudó y después de las primarias quedó al borde de la derrota contra Jair Bolsonaro.

El candidato del PT sufrió una dura derrota en las primarias: mientras que Bolsonaro consiguió el 46% de los votos, él tan solo recogió el 29%. Y en el ballotage, como era de suponer, la historia no cambió. Fernando Haddad quedó a poco más de 10 puntos de diferencia del nuevo presidente de Brasil.

Haddad es considerado por muchos el reemplazo de su mentor y fundador del Partido de los Trabajadores, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. El otrora popular Lula fue vetado en la boleta tras una condena por corrupción, por la que está encarcelado.

El exalcalde y ex ministro de Educación se ha esforzado para mostrarse como independiente.

Haddad es el sucesor que el mismo Lula eligió. Sin embargo, el exalcalde y ex ministro de Educación se ha esforzado para mostrarse como independiente, para no ser alcanzado por las manchas de corrupción que salpicaron al PT y hundieron a su mentor.

Ha hecho del sufrimiento de los brasileños durante una prolongada recesión el núcleo de su campaña. En ese intento, culpó a las reformas del presidente Michel Temer, aunque la economía empezó a hundirse cuando el Partido de los Trabajadores estaba aún en el poder.

Como iniciativas, propuso congelar un plan de privatizaciones de Temer y se comprometió a crear empleo, incrementar la inversión pública, abaratar el acceso al crédito y reformar el sistema fiscal para que sea más progresista.

En campaña, sostuvo que  reformará el sistema educativo, ampliará el de salud e incrementará de forma significativa las asignaciones de un programa de bienestar.

A su vez, prometió hacer de la inclusión social un pilar de su Gobierno. En consonancia con Lula, adelantó que reformaría el sistema educativo, ampliaría el de salud e incrementaría de forma significativa las asignaciones de un programa de bienestar.

Siempre fiel a acentuar sus diferencias con Temer y el abanico de ideas de la derecha, acusó al actual presidente de pisotear los derechos de trabajadores, mujeres, negros, indígenas y otros grupos marginados, en tanto advirtió que la presidencia de Bolsonaro solo empeoraría esta situación.