Vera Waksman es doctora en filosofía por la Universidad de Buenos Aires y por la Universidad París VIII. Se desempeña como docente en diferentes universidades, además de publicar papers, traducir gran parte de la obra de Jean Jacques Rousseau y, ahora, dirigir la carrera de filosofía en la UNIPE.

La Universidad Pedagógica Nacional, pública y gratuita, tendrá la opción de la carrera de filosofía a partir de 2022. Waksman, que estará a cargo, se muestra muy entusiasmada con el desafío. Dice que tanto el plan de estudios como el espíritu mismo de la carrera tienen como axioma el hecho de que la filosofía puede aportar mucho más que la docencia y la investigación académica, y tanto las materias brindadas como la formación estarán orientadas a todo un abanico de posibilidades laborales novedosas.

El Canciller dialogó con ella acerca de la flamante carrera, de la filosofía en la actualidad y en el consumo mediático de masas, y sobre la mirada que puede dar su disciplina sobre la experiencia del COVID-19.

- Tengo la sensación de que últimamente la filosofía está cada vez más presente en el ambiente de la cultura y de los medios en general. ¿Se puede decir que la filosofía está de moda?

Personalmente estoy convencida de que la filosofía está de moda desde hace más de dos mil quinientos años. Pero en términos relativos comparto tu percepción, en los últimos años viene creciendo la voz de la filosofía no solo en nuestro medio sino a nivel mundial. Se habla de la filosofía de una empresa, de un programa de gobierno, de una celebrity o de una marca. Han crecido diversas modalidades no académicas de filosofía: cafés filosóficos, filosofía con niñxs, filosofía en cárceles, consultorios filosóficos, youtubers filósofos e incluso festivales y recitales de filosofía. Seguramente esto ocurre por múltiples causas, pero, en términos generales, creo que hay una demanda de sentido y de explicaciones profundas de las experiencias contemporáneas y la filosofía sin dudas es una fuente donde ir a buscar. O sea, diría en primer lugar que lo que llamamos “moda” habla mucho de una búsqueda o pedido de respuestas hacia la filosofía.

Respecto de las respuestas que la filosofía puede dar, en primer lugar creo que la filosofía se las ingenia, luego de tantos siglos de existencia, para seguir cautivando el interés de las personas de renovadas maneras. Lo que se ve de novedoso es una proliferación de la disciplina por fuera de los canales tradicionales de difusión. Veo allí una disposición de la filosofía mucho más abierta a diálogos que puedan tener lugar en el ámbito de la conversación común de las sociedades. Puede decirse que los y las filósofas de hoy no le tienen miedo (o al menos no tienen el mismo miedo de antes) a acercarse al “barro” de la conversación común. Dentro del gremio filosófico, sin ir más lejos, hoy ya no hay que pedir perdón, por ejemplo, por orientarse hacia la divulgación filosófica. Ser divulgador de contenidos filosóficos hoy ya no es un insulto (al menos no como supo serlo para muchas personas en nuestro medio). Lo que antes se usaba para descalificar la trayectoria de algún colega hoy es un asunto que se toma muy en serio entre los y las profesionales de la filosofía.

Este espacio que se abre por el interés que circula por la filosofía genera preguntas interesantes para la academia y especialmente para los profesionales ligados a los estudios filosóficos: ¿cómo se puede responder desde la academia a esa búsqueda? ¿No sería enriquecedor pensar las maneras en que, sin perder el rigor y la profundidad que exige la práctica académica, la filosofía pueda dialogar con las demandas de pensamiento que llega desde la esfera pública? ¿Cuáles son los caminos para unir lo que se llama “seriedad” en filosofía y el diálogo con la esfera pública?¿No es la tensión de ese diálogo también parte de la seriedad?

- ¿Por qué sería importante para una persona tener algún tipo de acercamiento a la filosofía en un mundo como el de hoy, tan centrado en el desarrollo científico y tecnológico? ¿Qué es lo que tiene la filosofía para aportar en este contexto?  

Michel Serres, un gran científico y filósofo muerto el año pasado, contó que estuvo presente en la construcción del dique de Asuan y observó que dentro del comité de expertos encargados de dirigir las obras había especialistas de toda clase: ingenieros hidráulicos, constructores, químicos de los materiales, hasta ecologistas. Y al ser consultado por un periodista comentó que veía que faltaban en el comité dos clases de expertos: el egiptólogo y el filósofo. El periodista le dijo entonces que podía entender la necesidad del egiptólogo, pero que no tenía claro qué es lo que hubiera podido aportar el filósofo: “el filósofo es el que les hubiera dicho: falta el egiptólogo”.

Si la anécdota tiene valor de concepto, entonces está señalando un punto ciego en ese pensamiento científico-tecnológico que actúa como locomotora del progreso desde los albores de la modernidad. El así llamado STEM (Science Technology Engineering Mathematics) es un pensamiento diseñado para funcionar de manera puntual, a partir de una dinámica de especialización progresiva cada vez más circunscripta. No se preocupa, y no tiene que hacerlo, por la conexión de los puntos, por la reflexión sobre la totalidad, por la síntesis, por esa mirada sinóptica. Pero parece que esto último también nos hace falta a los seres humanos para orientarnos. Y ese campo de interrogación (a veces más de interrogación que de respuestas) es el lugar de trabajo tradicional de la filosofía.

Por otra parte, y yendo a una dimensión más concreta del acercamiento por el que preguntás, es un lugar común hoy en día que la propia dinámica del desarrollo hace que los puestos de trabajo del futuro próximo estén menos determinados que antes. En ese marco, se está verificando una búsqueda de formaciones más generalistas como las que se encuentran en las Humanidades. Formaciones que otorguen herramientas de trabajo flexibles y adaptables a distintas situaciones de diversidad creciente. Por otra parte, nada demasiado alejado de las formaciones por las que pasaron los grandes nombres asociados a la ciencias “duras”. Se me viene a la mente una frase de Einstein en una entrevista de 1947: “siempre me interesaron más los griegos que la ciencia”.

- ¿Qué reflexiones pueden hacerse desde la filosofía sobre nuestras experiencias a un año y medio del inicio de la pandemia? ¿Aprendimos algo o no aprendimos nada? ¿El covid-19 nos hizo mejores o peores como seres humanos?

La pandemia que vivimos y estamos viviendo es un fenómeno muy perturbador, pero al mismo tiempo no novedoso. Hubo muchas en diversas épocas y todas produjeron una huella indeleble. Lo que a la filosofía o a cierta filosofía le interesa es el aspecto “crítico”, es decir: revelador de una crisis que estos acontecimientos traen consigo. Sin embargo, no es seguro que aprendamos más en situaciones dolorosas que en momentos de alegría o placer.  El aprendizaje se da en distintas situaciones y diversas condiciones. El aprendizaje en el dolor, como decía Esquilo, que esta pandemia nos trae no es algo por completo separable de una acumulación cultural que permite interpretar ese dolor y hacer algo con él. La pandemia pone de manifiesto que el riesgo, el peligro y el sufrimiento sólo pueden ser abordados, en el momento candente, a partir de una forma de acumulación cultural y comunitaria que se puede llamar “institución”. O sea, seguramente podrán aprender, es decir: acumular, a partir de la pandemia aquellas sociedades o grupos que pudieron forjar y sostener instituciones.

Lo que sí es probable que suceda es que muchos individuos se inquieten por el enorme impacto de la pandemia y se hagan muchas preguntas nuevas o viejas, sobre el sufrimiento y su sentido, el futuro, los vínculos y las esperanzas. Como sabemos, estos interrogantes no florecen particularmente en momentos de tranquilidad. En la actual situación de angustia y perplejidad, la filosofía es un tesoro donde se reúnen formas de interrogar y responder muy profundas. Es un tesoro no al modo de una bóveda de cosas difíciles que algunos afortunados pueden ir a buscar, sino al modo de un amigo con mucha experiencia con el que cualquiera puede conversar. Por ejemplo, la filosofía conversa y frecuenta hace mucho temas como: la muerte como horizonte para pensar la vida, el cuidado de la salud y el impacto no siempre deseable que esto puede tener sobre la libertad, la relación que tenemos con nuestro propio cuerpo y la soledad.

Ahora, obviamente no sólo la filosofía constituye un tesoro de este tipo sobre el que una sociedad puede aprender de las crisis. Sin lugar a dudas, lo son la religión y lo que hoy en día llamamos “nuevas formas de espiritualidad”. Incluso creo que actualmente es muy importante para la filosofía como ejercicio profesional encontrarse con esos tesoros y reflexionar sobre ellos. Si la filosofía, también la académica, puede hacer ese acercamiento y exponerse al impacto en la reflexión de las problemáticas contemporáneas entonces contribuirá a generar ese fondo sobre el cual una sociedad puede aprender del dolor. 

Vera Waksman, doctora en filosofía.
Vera Waksman, doctora en filosofía.

- Tu área de estudio es la filosofía política. ¿En qué medida creés que la pandemia impactó en la política?

Tal vez, en primer lugar, deberíamos diferenciar la filosofía política de la política como práctica. Varios filósofos importantes escribieron en marzo del año pasado sus impresiones sobre la pandemia y es curioso observar que, más allá de los aciertos o desaciertos de cada reflexión, cada pensador seguía en la línea de su propia teoría, como es esperable, casi encontrando en la pandemia un caso testigo para poner a prueba sus conceptos. Dicho de otro modo, parece difícil incorporar rápidamente la novedad de un acontecimiento como el que vivimos desde principios de 2020. Advertimos, claro, el impacto en nuestras vidas, personales, sociales, económicas, educativas, políticas, pero comprender si esto trae o no una novedad o si es la repetición y confirmación de lo conocido, creo que eso no lo sabemos todavía. Leemos lo que pasa con los instrumentos que tenemos, es inevitable. Y la filosofía tiene que ver con la reflexión, no con la reacción, no con la inmediatez del presente. Quizá todo lo que digamos ahora sobre la pandemia sea solo el inicio de algo que llevará mucho tiempo conceptualizar.

Por su parte, la política, el gobierno, las decisiones obedecen a otra urgencia. Y también es curioso observar que más allá de la globalización, que sin ninguna duda la pandemia pone de manifiesto, muchas de las respuestas que dieron los Estados fueron de lo más “proteccionistas”, por así decir: cierre de fronteras, pasaporte sanitario, prohibición de ingreso con ciertas vacunas, etc. El impacto en la política, entonces, es evidente y a la vez difícil de saber a qué conduce. Si la respuesta al virus debe ser global, porque nadie quiere que permanezca en un lugar desde donde se pueda volver a expandir, ¿la pandemia generó más comunidad o más fronteras? ¿vamos a pensar que las medidas sanitarias, incluida la vacunación, afectan las libertades individuales o las protegen? ¿podemos seguir pensando que el control de las instituciones es algo a evitar o debemos trabajar en ello? En fin, solo algunas preguntas generales sobre el impacto en la política, pensada en un sentido amplio y no en las medidas particulares de un caso u otro.

- Coordinás un grupo que está presentando una nueva carrera de Filosofía en una nueva universidad. ¿En qué consiste esta nueva oferta académica? ¿Qué tiene de novedoso?

Trabajo en la Universidad Pedagógica Nacional (Unipe), una universidad pública y gratuita con su sede metropolitana ubicada en el sur de la ciudad de Buenos Aires, que lanzará en 2022 una carrera de grado en Filosofía (bajo las modalidades de profesorado y licenciatura) con un enfoque novedoso desde diversos puntos de vista. Una de las novedades que presenta es, justamente,  la incorporación de la reflexión sobre problemáticas contemporáneas en el plan de estudios. Preguntas como ¿puede pensar una máquina? ¿cuál es el lugar de la religión en el mundo de hoy? ¿cómo se piensa el trabajo en el s. XXI? y otras similares que convocan a la reflexión en la contemporaneidad se abordan en la carrera en conversación constante con la vasta tradición de la filosofía. Junto a las asignaturas tradicionales la Unipe incluye materias que no suelen contemplarse en los diseños curriculares clásicos, como Filosofía de la religión, Filosofía argentina, Modernidad y secularización, Estructuralismo y post-estructuralismo, y también despliega en el grado una serie de problemas filosóficos contemporáneos organizados en nueve áreas temáticas que abarcan Filosofía, género y feminismo, Filosofía de la información y de lo digital, Estado y autoridad, Filosofía china, Trabajo inmaterial y bienes comunes, Filosofía y ambiente.

Otra novedad, que hemos discutido mucho en la Universidad a la hora de diseñar la propuesta, se refiere justamente a algo que decía recién. Una pregunta que suele tener peso para quien considera estudiar filosofía es “¿de qué voy a trabajar?”. Hay una frase que circula mucho cuando surge esta cuestión: “te morís de hambre”. Esto, que es falso, es a la vez un analizador de cierto prejuicio que existe ligado a un esquema muy rígido de la formación profesional que, en parte por el dinamismo del mercado laboral, debería revisarse. De todas maneras, subsiste la cuestión, y por eso es relevante, sobre cómo se responde a esa inquietud.

Pues bien, como decía, la propuesta de la Unipe se apoya en una profunda reflexión respecto del perfil de los/las graduados/as y de su horizonte de desarrollo profesional, lo cual constituye un plus respecto de gran parte de las carreras existentes, que suelen limitarse al binomio docencia/investigación. Esta oferta parte de la convicción de que, además de una fuerte impronta en la especialización docente y en la producción científica y académica, la filosofía se enriquece al entrar en diálogo interdisciplinario y al ampliar sus perspectivas profesionales en otros ámbitos de acción. De ahí que la trayectoria de la carrera cuente con una Práctica Profesional Humanística, con diversas orientaciones: hacia los textos, las Humanidades digitales, los diversos géneros de escritura académica y, específicamente, hacia medios extra-académicos.

Es obvio que, al ser una Universidad, la formación ocurre en el elemento de la docencia y la investigación. Pero eso no significa que el horizonte de la práctica profesional tenga que ser necesariamente desempeñarse en el medio académico. ¿No puede la filosofía intervenir desde otras inserciones profesionales por fuera de la universidad, los organismos de investigación e, incluso, la escuela? Y si creemos que sí puede, ¿por qué dejamos librado al azar y a criterio de cada egresado y egresada algo tan importante como la inserción profesional de filósofas y filósofos que no desean ser ni profesores ni investigadores? ¿Por qué no orientamos desde un comienzo la construcción de un espacio formativo que desde un comienzo contemple estas alternativas? En esa línea desde la Universidad se trabaja en cooperación con distintos sectores para insertar a los egresados de la carrera de filosofía tanto en espacios de administración del sector público como en empresas, medios y organizaciones del sector privado. Volviendo al inicio de esta conversación, es la forma en la que se intenta dar respuesta a una creciente demanda de profesionales de la filosofía en las más diversas ramas del mundo del trabajo y de las organizaciones de la sociedad civil en general.