Ramón Garcés es politólogo y Licenciado en Administración Pública por la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y realizó un Posgrado de Gestión Pública en la Universitat de Barcelona (UB). Asimismo, participó en diversos Congresos de Ciencia Política, cursos y seminarios exponiendo sobre política nacional e internacional y, específicamente, sobre la Cuestión Malvinas. 

Desde el año 1983 preside la Agrupación de Excombatientes de Malvinas de la Ciudad de Buenos Aires (AGEMA). Creó en 2004 el Programa Permanente de Salud para Excombatientes de Malvinas dependiente del GCBA.  Al mismo tiempo, es colaborador permanente del Observatorio Malvinas.AR y de la Revista Todo es Historia.

En diálogo con El Canciller, al conmemorarse 40 años del conflicto bélico, el excombatiente explica cómo llegó a ser dado por muerto durante la guerra, cómo conoció a su esposa mediante una de esas cartas que se les enviaban a soldados de manera anónima para darles fuerza y sobre todo, cómo trabajó por el bienestar de todos aquellos que habían estado en las islas.

- ¿Cómo te enteraste que debías ir a combatir?

Me enviaron una carta, porque salí por sorteo en la lotería nacional. Yo era el 862, y me tocó Fuerza Aérea, aunque preferiría no haberlo hecho. Al menos, me tocó cerca: vivía a 100 metros de la brigada de El Palomar. 

Y un día, de repente, entramos a la base, nos subieron un avión y nos llevaron a la novena brigada aérea de Comodoro Rivadavia. Fue en un Boeing 707, el avión presidencial, sin asientos. Eramos 300 jóvenes con destino a Chubut. 

- ¿Qué sentiste en ese momento? 

Sentía bronca. Había gente muy emocionada, porque viajaban en avión por primera vez. Yo les decía que íbamos a la guerra, no de viaje. Viajamos muy apretados, incómodos. Recuerdo que nos dijeron que iríamos a Córdoba y terminamos en Comodoro Rivadavia. Ni sabíamos dónde quedaba en el mapa. Allí nos recibió un cura y una banda militar, con gaseosa y sandwichitos duros. A partir de ese momento, se acabaron las cortesías y comenzaron los maltratos.

- ¿Cuál fue tu función en el conflicto? 

Fui soldado de artillería antiaérea y tuve un rol destacado porque derribé el avión Harrier del Comandante Bob Iveson, que era supuestamente el mejor piloto de ellos. Fue el día 27 de mayo de 1982. El piloto, por suerte, pudo eyectarse del avión y salvar su vida. El objetivo era derribarlo para que no nos mate a nosotros. Esa clase de aviones ingleses servían para bombardear las bases nuestras de infantería y artillería. Hacían dos o tres pasadas por día atacando con bombas y ametralladoras. 

"Yo derribé el avión Harrier": Ramón Garcés, el excombatiente dado por muerto en Malvinas

- ¿Cómo se fue reconfigurando tu visión de la Guerra de Malvinas con el correr de los años? 

No hay que olvidarse que el marco de la guerra está dentro de la dictadura. No son eventos separados, la guerra está inmersa en la dictadura y lo que sucedía en el continente también sucedía en las islas. Había torturas. A algunos compañeros los ponían en cruz, acostados en la tierra mojada sin borceguíes, ni medias ni guantes. A muchos los torturaron, sobre todo a los judíos. 

- Y el silencio posterior...

Fue muy difícil. Estuve 25 años sin poder hablar de la guerra. Pude hablar por primera vez cuando me propusieron hacer una nota para la revista "Todo es historia", de Félix Luna. A partir de ahí, conocí a Pacho O´Donnell y a Felipe Pigna, entre otros. Me pude enterar de varias cosas, como relatos oficiales que no son ciertos. Y me enojé mucho de ver falsedades instaladas durante años.

Había relatos de las Fuerzas Armadas que son falsos. Había que combatir eso y, por suerte, la universidad me dio las herramientas para poder sentarme a escribir y contar mi experiencia. Así surgió la posibilidad de escribir mi libro, con mi versión de los hechos. 

- Escribiste un libro sobre Malvinas y la batalla de Goose Green ¿Cómo fue ese proceso?

Fue duro, porque recordé muchas cosas que pensé que estaban olvidadas o bloqueadas en mi mente. Un recuerdo traía a otro, como si fueran capas de cebolla. Recordé la sangre, el olor a pólvora y a carne quemada. Eran recuerdos que creía olvidados. 

- ¿De qué manera afectó tu vida posterior haber sido veterano de la guerra? 

Yo siempre estuve en los márgenes, traté de no decir que soy excombatiente de Malvinas. Pensaba que lo iban a tomar de una manera errónea o contraproducente. Como si fuese un "loco de la guerra". Yo he cursado tres carreras universitarias y no iba por las aulas o los pasillos diciendo que era veterano de la guerra. Pero bueno, ciertamente es una experiencia que te marca. 

No soy la clase de veterano que anda con cosas de las Malvinas todo el tiempo, pero hay gente que me reconoce porque salgo en las noticias. Por ejemplo, hubo compañeros de cursada que se enteraron que era veterano de Malvinas cuando me vieron en las noticias de la presentación del billete de cincuenta pesos. Yo estuve invitado a ese acto y aparezco en algunas imágenes.

Ramón Garcés, con un avión de la Fuerza Aérea Argentina.
Ramón Garcés, con un avión de la Fuerza Aérea Argentina.

- ¿Cómo fue el vínculo de los excombatientes con sus familias y con la sociedad? ¿Cómo se da el proceso de inclusión social después de participar de esos acontecimientos? 

Traumático. La verdad, fue muy traumático. Cuando volvimos, sentimos que la sociedad nos dio la espalda y los gobiernos también. Yo ni bien volví de la guerra, tuve que vender alfajores en las calles cercanas a la estación de Liniers. Siento que nos faltó protección del Estado. Muchas veces fui a entrevistas de trabajo, y cuando decía que era combatiente me filtraban, no me llamaban más. El primer trabajo que me dieron fue casualmente un inglés, como administrativo en San Martín. 

Hasta el día de hoy el tema se mantiene con mucho tabú. Nadie se anima a preguntar nada, ni mis hermanos. Mis amigos tampoco. Se enteran de las cosas en las entrevistas que salen en los medios. La única con la que me abrí es con mi esposa.

- ¿Cómo se conocieron?
Era una de las tantas chicas que mandaban cartas anónimas para darle apoyo a los soldados. Eso fue amor, ya llevamos 35 años de casados. La conocí personalmente el día 14 de junio de 1982, después de estar prisionero 15 días.  

Yo en ese momento me llamaba Ramón, y me dieron por muerto en combate. Después tomé por nombre Christian y la tarjeta de casamiento estuvo a nombre de Christian. Es como que reviví, dado que Ramón murió en combate. De hecho, durante la gestión de Menem me negaron algunos trámites porque figuraba como fallecido. 

- ¿Cómo es tu vínculo actual con otros excombatientes?  

Con los que estuve en combate éramos muy poco, de distintos lugares. Al principio nos reuníamos, pero con el tiempo nos dejamos de ver. Con el que más me veo era con mi compañero del cañón, que era un militante del partido comunista de Merlo. A él le salvé la vida en combate, entre las bombas. Explotaban alrededor nuestro y salpicaba el agua en medio del frío. Él se casó finalizada la guerra, y tiempo después tuvo un hijo, que lleva el nombre de Christian en mi honor. De hecho, soy su padrino. 

- Una vida de película y no de manera figurativa ya que hace poco se presentó tu cortometraje llamado "Entre dos mundos",  protagonizado por el Coco Silly sobre la vida de los excombatientes. En el mismo reflejás una problemática de la que se habla poco: hasta el día de hoy se registraron más de 1000 suicidios de excombatientes... 

La situación es alarmante porque en 6 años se duplicó la cantidad de suicidios. En el 2016 había alrededor de 500, ahora ya superan los 1000 casos. Yo considero que hay un abandono total de los estados multinivel: tanto el nacional, el provincial como el municipal. 

La atención de salud, incluyendo salud mental, es penosa. Hay muchos artículos de leyes sancionadas que no se cumplen. Yo personalmente redacté y presenté un proyecto de Ley en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires para realizar un programa de salud para excombatientes de Malvinas y su grupo familiar. Es la Ley 1636, sancionada en el 2004. 

- ¿Sirvió?

Lamentablemente esa Ley no se cumple, en parte, porque le vaciaron el presupuesto. Hay una atención muy pobre de la salud física y mental de los veteranos. Hace poco, de hecho, fuimos a reclamar a la ANSES y nos reprimió la policía de la Ciudad en la sede central del PAMI.  

Nos dieron muy pocos beneficios, que fueron resultado de nuestras luchas. Nadie vino a darnos nada, ni concedernos nada. Nada surgió de arriba hacia abajo, siempre todo lo que conseguimos fue reclamando y movilizándonos desde abajo para presionar arriba.