Fin de año, las fiestas y las vacaciones son una época de especial padecimiento de los mandatos estéticos: mientras la consigna es estar flaca (o su contrario, no estar gorda), “llegar bien al verano”; también hay una demanda de exposición social mayor al resto del año: brindis, cenas, navidad, año nuevo, fiestas, despedidas, escapadas. Una contradicción que refuerza las frustraciones de las cuales depende este sistema corporal para reproducirse: consumir frenéticamente, contrarrestar con dietas poco saludables o ejercicio desmesurado.

Para deconstruir aquellos mandatos, un libro echa luz sobre cómo se construyeron históricamente y qué influencia tienen en nuestras vidas cotidianas. La periodista Paula Giménez y la nutricionista Jésica Lavia unieron sus trabajos para publicar “Pese lo que pese”, editado por ABRE, que tiene bajo consigna el deconstruir espejismos.

“Pensamos este libro como un primer diálogo entre la nutrición y la perspectiva de género. Nuestra idea jamás fue revelar verdades absolutas sino empezar a deconstruir algunas cuestiones y empezar a replantearnos esto que, conscientes o no, nos pasa a la mayoría de las feminidades”, explica Lavia.

“Pese lo que pese” es un juego de palabras pero también es una consigna: hace falta pensar más allá del número que indica la balanza para poder deconstruir una cultura que somete sistemáticamente a las personas (y sobre todo a las mujeres) a un mandato de estereotipos que tiende al infinito: nunca se llega a ser el cuerpo que se debe ser.

Y ahí aparece la discusión feminista: mientras el activismo gordx se abre cada vez más paso dentro de las discusiones en los movimientos sociales, también lo hacen aquellas narrativas que deconstruyen desde lo cotidiano la idea de ser flaca y ser gorda como dos polos binarios y morales, donde el bien y el mal se ubican siempre a favor de una fantasía hegemónica irrealizable sin sacrificios peligrosos para la salud.

Las autoras, Paula Giménez y Jesica Lavia, durante la presentación del libro.
Las autoras, Paula Giménez y Jesica Lavia, durante la presentación del libro.

Argentina es el segundo país del mundo con mayor tasa de desórdenes alimenticios. De acuerdo a un estudio realizado por ALUBA en 2018, “el desorden alimentario se da en el 25% de las mujeres y en el 22% de los varones, mientras que aquellos que muestran un patrón normal son un 62% mujeres y 73.5% varones”. Esto explica, además, que la presión social sobre los cuerpos tiene mayor incidencia en los cuerpos feminizados que en los masculinizados.

La imposición de la flacura no empieza ni termina en los medios: se reproduce en las mesas familiares, en las universidades, en las oficinas, en los consultorios. Y tiene una lógica propia: “la muerte en manos de un varón nos encuentra como nos quiere este sistema: débiles, agotadas y odiando lo que somos (...) el femicidio es la punta de un iceberg de violencias implícitas dentro de un mercado que nos prefiere traumadas antes que gordas”, ilustra Giménez en el libro.

Los feminismos proponen hacer siempre un ejercicio de lectura causal: lo que nos sucede, lo que se naturaliza, lo que se presenta como lo correcto o necesario está ligado a un sistema de reproducción de sumisión y violencia. “Pese lo que pese” hace una lectura crítica de algo que socialmente está ponderado: el peso, un número sometido a escrutinios sociales y científicos -como el índice de masa corporal, que es desmenuzado dentro del libro desde una óptica de salud real-.

El recorrido está signado por aquello que se conoce como “imagen corporal”, explicado en el libro como “la representación que cada persona construye en su mente y la vivencia que tiene de su cuerpo”. Es decir: el libro no sólo trabaja contra la patologización de los cuerpos que son indicados como ‘excedidos de peso’, sino que también con aquellas personas que, “formando parte” del canon hegemónico, también pueden padecer la relación con su propio cuerpo.

El tema del verano

“A esta altura del año todo lo relacionado con cómo nos vemos se potencia”, explica Lavia. “Estar flacxs debe ser nuestro gran objetivo para poder llegar al verano y todo vale con tal de conseguir nuestro objetivo: jugos detox, dietas con polvitos y todo lo que se ponga de moda”. Spoiler alert: es el verano el que llega, nosotras no tenemos que llegar a ningún lado.

“El tema es que hay un mensaje escondido ahí, en esto de “los cuerpos del verano” que nos dice que los cuerpos hegemonicamente bellos tienen derecho a disfrutar, mostrarse y pasarla bien. Si no tenés un cuerpo hegemónico parecería ser que no tenés derecho a gozar, a descansar, a disfrutar de las vacaciones. Tan es así que si sos una feminidad, conseguir en nuestro país un traje de baño puede convertirse en una pesadilla”, agrega la nutricionista.

¿Cómo dar esta discusión en un nivel más macro? El mes pasado se aprobó una Ley Nacional de Talles. La misma establece el Sistema Único Normalizado de Identificación de Talles de Indumentaria (SUNITI): es decir, la creación de un estudio estadístico antropométrico de los cuerpos en el país. Luego de este gran paso, la siguiente instancia será crear una tabla de talles estandarizada que permita que toda la industria textil sea regulada por una lógica común y diversa.

“La ley de talles es un gran paso a nivel nacional para empezar a visibilizar un montón de cuerpos que sienten que no tienen derecho ni siquiera a meterse a una pileta aunque hagan 48 grados de térmica”, pondera Lavia. Pero no es lo único: “Tener salud es un derecho que el Estado debe garantizar. Por eso es tan importante un Estado presente que nos garantice tener educación nutricional e intervenga con políticas públicas sobre la información que consumimos”, concluye.