Pese a que en las últimas encuestas divulgadas la diferencia respecto al izquierdista Fernando Haddad se había reducido a casi 10 puntos, el ultraderechista Jair Bolsonaro se convirtió en el nuevo presidente de Brasil y se prepara para desembarcar en el Palácio do Planalto.

La figura de Bolsonaro, camuflada hasta hace algunos meses, tomó fuerza desde que Lula da Silva, el candidato con mayor intención de voto, fue inhabilitado a participar de los comicios debido a su condena por corrupción.

¿De dónde surgió el masivo respaldo a un dirigente político nostálgico de la dictadura militar y con flagrantes manifestaciones misóginas, xenófobas y homofóbicas?

A primera vista, el flagelo de la inseguridad, imperante en las metrópolis brasileñas, es un primer punto a focalizar. Los 63 mil asesinatos suscitados a lo largo de 2017 han sembrado el pánico en el país vecino, y es en las grandes ciudades donde el diputado, quien traza una analogía con la doctrina de Patricia Bullrich, cosecha la mayor cantidad de voluntades. 

Además del apoyo indiscutido en el grupo militar, Bolsonaro se aferró firmemente al sector agrario y los terratenientes, los evangélicos -su detracción a la equidad de género se hace extensiva al rechazo por el aborto- y los mercados.

El espaldarazo del sector financiero se remitió a la personalidad de Paulo Guedes, el ministro de Economía neoliberal que promulgó el candidato ultraderechista. Consumada la contundente victoria en primera vuelta, los ADR subieron automáticamente un 6%, así como Gol y Petrobras un 11%.

Por último, desde la principal potencia mundial también habían vislumbrado con agrado la consagración del ex Comandante del Ejército, un ferviente admirador de Donald Trump. "Él rescató el empleo y disminuyó la carga tributaria, él quiere un Estados Unidos grande y yo quiero un Brasil grande", había expresado publicamente.

Sin embargo, pocos días antes del ballotage dio un vuelco en su postura sobre la defensa del medio ambiente y desechó la salida del Acuerdo de París, al que el magnate estadounidense tildó de "debilitante, desventajoso e injusto", cuando decidió apartar a Estados Unidos del convenio colaborativo mundial.