"En las PASO de 2019 la participación fue del 77%, mientras en las últimas fue del 67%", se escucha en muchos pasillos de consultores políticos. Si bien se trata de dos tipos de elecciones distintas, la diferencia entre ambos porcentajes representa a casi 2,5 millones de personas. En el centro de campaña del Frente de Todos (FdT) creen que gran parte de esa población los votó en comicios anteriores y que en esta ocasión no asistieron a las urnas por “una mezcla de Covid, apatía y descontento”.

“Es una estrategia de campaña ir a buscar a los que no fueron a votar. Salir a buscarlos con un tono más positivo”, confirmó a El Canciller Carlos ‘Carli’ Bianco, exjefe de Gabinete y ahora jefe de Asesores de la Provincia de Buenos Aires, luego de que el flamante ministro de Ciencia y Tecnología, Daniel Filmus, planteara lo propio en declaraciones televisivas. El hombre del riñón de Axel Kicillof, que seguirá de cerca la campaña desde su nuevo puesto, también consideró fundamental a esa gente que los votó “en 2019 e incluso en 2017 y que no se sintió ‘enamorada’ como para ir a votar y elegir al Frente esta vez, pero que tampoco vio alternativa interesante y por eso se quedó en su casa”. Lo cierto es que la cantidad de electores que optaron por Juntos tampoco creció de forma sustancial.

El Gobierno y sus nuevas búsquedas: la credibilidad, los que no fueron a votar y olvidar "la vida que queremos"

En el búnker oficialista ya descartaron “La vida que queremos” y piensan un nuevo eslogan de reemplazo. Pero no será el único cambio. La semana pasada estuvo signada por una profunda crisis política hacia dentro de la coalición gobernante que precedió una modificación parcial del Gabinete nacional; en off, quienes califican de “desprolija” y “papelonera” la guerra epistolar desatada por la ola de renuncias post PASO advierten que “ese ruido obviamente molesta" pero que a la gente "las internas palaciegas le pasan lejos”. No hay tiempo que perder en eso.

¿Qué es lo que mueve el amperímetro?

En el comando de campaña creen que lo que importará a la hora de poner la boleta en la urna son otras cosas. El problema principal de quienes están en el Gobierno tiene que ver, de cara a noviembre, con la credibilidad: si consiguen que la población crea que van a hacer algo para que la economía funcione tal como prometieron o qué están dispuestos a cambiar la manera en la que se viene trabajando. “Si eso se vuelve creíble, el Gobierno va a poder prometer. Y para hacerlo creíble no hay que hablar, hay que demostrarlo con hechos”, analiza en conversación con El Canciller uno de los popes que diseñan la estrategia electoral del FdT, quien también cree que el cambio de Gabinete y los nuevos anuncios económicos son una forma de demostrar eso.

En los pasillos del Complejo C de Chacarita esperan a que se acomoden las fichas arriba para diseñar la nueva estrategia: “Lo comunicacional va a estar supeditado a lo político”. En ese plano, el Gobierno ha dado indicios de acción con el cambio de ministros. La mayoría son actores más que conocidos: Aníbal Fernández, Juan Manzur o el mismo Filmus. “No es una cuestión de renovar, sino de mover; de comunicar que se va a hacer algo distinto”, arriesgan en Av. Corrientes 6271.

Allí las opiniones son inequívocas: de lo que se trata es de que el Gobierno pueda generar expectativa de que –a pesar de la pandemia, de la derrota y de los problemas internos– sigue siendo el más indicado para reactivar un país en crisis. Renovar la idea de que el peronismo siempre llega para salvar las papas, la misma que impulsó a Alberto Fernández hacia el sillón de Rivadavia, y “la misma que se intentó antes de las PASO y no salió porque fue muy desordenada la campaña”, según la autocrítica de los propios estrategas frentetodistas.

Siguiendo con la mea culpa, desde adentro recuerdan que la “salida de la pandemia” estuvo mezclada con el Presidente diciendo que estaba plebiscitando su gestión. En tanto, aseguran: “O plebiscitás tu gestión o renovás la expectativa sobre el futuro, las dos cosas al mismo tiempo no se pueden”.