Novak Djokovic no es uno más en el circuito. Pero tampoco es el rey. Lejos de eso, empieza a dar señales de debilidad después de años de estar en el podio del tenis. Hoy, por ejemplo, sufrió ante el coreano Hyeon Chung, número 58 del mundo, quien lo venció por 7-6, 7-5 y 7-6 en octavos de final de Australia.

Nole reflejó en reiteradas ocasiones el dolor que sintió en su hombro y le afectó el normal rendimiento. Sin embargo, su tenis ya no es el mismo de antes. Errores no forzados y golpes pocos precisos lo corren momentáneamente de la elite de este deporte.

El asiático, que venía de eliminar al alemán Alexander Zverev, dio su segundo batacazo al hilo y eliminó nada menos que al seis veces campeón del primer Grand Slam del año, que no competía desde Wimbledon.

Djokovic no perdió la magia, pero si le escondió por un rato. Se despide de un certamen que solía tenerlo como protagonista y deberá pensar si le conviene tomarse un descanso para volver con todo o luchar contra la corriente para revertir un presente complejo.