El contundente e irremontable resultado de las PASO dejó una gran certeza: a partir del 10 de diciembre Macri dejará de ser el presidente de todos los argentinos. En consecuencia, queda por delante una larga transición marcada por la incertidumbre política y económica. ¿Quién se hace cargo?

La noche del 11 de agosto, antes de que estén los resultados oficiales, un Macri -quizás sorprendido por la abultada derrota- eligió el camino del enojo y la incomprensión del mensaje de las urnas. El lunes negro fue toda responsabilidad del presidente que, por acción u omisión, permitió que el dólar se escapara para aleccionar a los argentinos. En apenas unas horas, Macri se había autoinflingido varias heridas no forzadas complicando aún más la transición y su propio fin de gestión.

Es cierto que las PASO, que son un mecanismo para seleccionar candidatos para la elección general, en este caso dieron por resultado un virtual presidente electo pero que, por ahora, no es más que el candidato a presidente más votado en una primaria y que nada puede hacer para torcer el rumbo económico.

En apenas unas horas Macri se había autoinflingido varias heridas no forzadas complicando aún más la transición y su propio fin de gestión.

En ese sentido, si bien el gobierno intenta responsabilizar a Alberto Fernández por la profundización de la crisis económica, es claro que la situación actual es, por razones obvias, el resultado de la política económica aplicada por Cambiemos durante casi 4 años de gestión más que por el efecto de una primaria electoral.

No hay que perder de vista que Cambiemos llegó al poder prometiendo que los argentinos podían vivir mejor. Que todo iba a ser muy fácil. Que iba a bajar la inflación a un dígito en un par de años y una lluvia de inversiones llenaría el país de prosperidad.

Varios factores jugaron a favor del oficialismo para cumplir con sus promesas: manejar en conjunto el poder de la Nación, la provincia de Buenos Aires y CABA, los poderes mediáticos, económicos y judiciales de su lado, y a pesar de tener minorías en ambas cámaras los acuerdos legislativos le permitieron avanzar en todas las reformas que Cambiemos propuso. Sin embargo, la lluvia de dólares nunca llegó, ni ninguna de las promesas se cumplió.

La realidad marca que la economía se cae a pedazos, el modelo macrista y su relato también. Los mercados, que no son más que personas de carne y hueso que especulan con nuestro país y a los que Macri les entregó todo, ya no le responden. Por su parte, la sociedad argentina, a través de las urnas, demostró que ya se cansó de que le pidan un sacrificio mientras los mismos de siempre se llenan los bolsillos.

Cambiemos llegó al poder prometiendo que los argentinos podían vivir mejor. Que todo iba a ser muy fácil. Que iba a bajar la inflación a un dígito y una lluvia de inversiones llenaría el país de prosperidad.

El plan económico del gobierno está terminado hace rato. El oficialismo, que jamás consultó sobre la deuda al Congreso Nacional, ahora acude al parlamento para que comparta el costo político del enorme endeudamiento que su gestión tomó.

En este marco, cabe destacar que el Poder Ejecutivo está autorizado por ley a reestructurar deuda pública. Es decir, no es necesaria la intervención del Poder Legislativo, el objetivo es diluir las responsabilidades. La obligación de pilotar la crisis es de Macri, quien como máxima autoridad del país tiene todos los resortes del Estado a su disposición para tomar medidas que traten de suavizar la incertidumbre.

El Presidente trata de maquillar su cúmulo de errores y busca culpas en la oposición, pero él es máximo responsable de la catástrofe. Macri y su equipo deben ser conscientes que sus decisiones pueden causar mucho sufrimiento a los argentinos que menos tienen y deben actuar en consecuencia. Es hora de dejar la mezquindad de lado, como dijo una vez el Jefe de Gabinete: “Háganse cargo”.