Entrenadores fashion: en jogging o de traje, todos colaboran con el marketing deportivo
El flamante entrenador de Huracán, Antonio “El turco” Mohamed, fue viralizado en redes sociales por el atuendo con el que se presentó a jugar el clásico frente a San Lorenzo: traje azul oscuro, camisa, pañuelo en el bolsillo, y zapatillas de un blanco inmaculado que se enmarcan en la tendencia del “calzado feo” que impulsan marcas como Balenciaga y Vetements. Aparatosas y con una impronta de abuelo.
Los hombres del universo futbolístico transitan hace tiempo el camino de la metrosexualidad sin mayores complejos. Las burlas virtuales sobre su indumentaria no son diferentes de las que se hacen a entrenadores como Marcelo Bielsa, que se ha ganado comentarios por la estética contraria: la de la joggineta y la estética de entrecasa.
Son deportistas pero también venden un producto, y ahí radica la cuestión de porqué es tan importante la forma de vestir de los entrenadores y los jugadores. En la lógica del marketing deportivo, su capacidad de influir con sus consumos en el público que los sigue se traduce en una gran cantidad de ceros.
En Europa las reglas están demarcadas hace años y no depende tanto del gusto del consumidor sino de arreglos financieros que no dejan opción e imponen “uniformes” como en cualquier trabajo. Al plantel del Real Madrid, por ejemplo, lo viste Hugo Boss desde 2016. No hay joggineta que se imponga al convenio de lucir los trajes de la línea Create Your Look que diseñó la firma y que forma parte de un acuerdo comercial que al club le rinde económicamente.
En 1996, Giorgio Armani diseñó trajes para el Liverpool, con los que se presentaron a la final de la FA Cup. Un traje Armani no es para cualquiera, con su hechura impecable, telas lujosas y su historia en la moda, se trata de un sueño hecho realidad para muchos hombres. Pero aparecer en el estadio con trajes en color crema, camisa azul, corbata rayada y flor en el ojal, le sacó más de una risa nerviosa a muchos jugadores frente a la mirada de miles de hinchas enardecidos. La prensa los criticó duramente pero era 1996. En la actualidad no hay masculinidad puesta en cuestión a partir de la ropa, por lo menos no como veinte años atrás cuando ver a un jugador de fútbol como cara de una marca de ropa o de una empresa de depilación era impensado.
En la vereda contraria de los entrenadores fashionistas están los que ignoran la potencialidad de su imagen y se visten como si estuvieran dirigiendo a niños en un club de barrio. Encabeza la lista nada menos que Marcelo Bielsa y se suman Jorge Sampaoli y Gabriel Heinze.
En los últimos años las tendencias se invirtieron. Mientras en Latinoamérica cada vez más entrenadores adoptan la estética seria y se enfundan en trajes de sastre, en Europa los ánimos se relajan y el look deportivo se impone. El entrenador alemán Jurgen Klopp o el italiano Maurizio Sarri son dos de los nuevos seguidores de Bielsa que, como me dijo un periodista de este medio, “van en jogging hasta a un velorio”.
Los argentinos, en cambio, están haciendo gala de sus dotes fashionistas y adoptando “ropa elegante” para asistir a los partidos: desde Marcelo Gallardo o Gustavo Alfaro hasta el mismísimo Mohamed, que despunta el vicio rompiendo barreras con sacos cuadrillé y lentes “hipster”.
Es posible que sea parte de la dinámica histórica de la industria de moda, en donde las tendencias comienzan en Europa y Estados Unidos y lentamente se van exportando a nuestro país. Cada vez más el fútbol es percibido como un espacio en donde se juegan cuestiones de estilo, porque se vende deseo y espectáculo. Quedaron atrás las épocas en donde los hombres futboleros iban mal vestidos, tomaban cerveza e insultaban a los contrarios. El fútbol de hoy, en Latinoamérica o Europa, es un reducto de señores que, usen traje y zapatillas o ropa deportiva, venden cosas.