
A dos años de su muerte, la Argentina llora a Diego Armando Maradona
En plena crisis mundialista, el país recuerda al más grande de todos los tiempos.
El 25 de noviembre de 2020, mientras el Gobierno empezaba a liberar de a poco las medidas sanitarias impuestas por la pandemia, los argentinos, primero, y el mundo, después, empezarían a procesar una de las noticias que jamás creyeron tener que escuchar: Diego Armando Maradona no estaba más entre nosotros. El diario Clarín fue el primero en animarse a dar la primicia como cierta y eliminar el condicional, pero los rumores habían empezado a circular como reguero de pólvora desde temprano. El dato de que varias ambulancias habían entrado a la casa donde en ese entonces se hospedaba Diego, en un country de Bella Vista, ya explotaba en las redes y generaba suspicacias y pavor.
Una vez que la confirmación fue oficial, de parte de los profesionales que intentaron reanimarlo, los medios del planeta entero se hicieron eco de la noticia. Como con la muerte de Perón, los atentados del 11 de septiembre o el fallecimiento de Néstor Kirchner, hubo un solo tema de conversación en la calle, en los bares, los colectivos, los mostradores. Cualquier tipo de interacción entre dos argentinos, ese día, estuvo signada por los “¿te enteraste?” o “¿supiste lo de Diego?”, o simplemente por miradas de confirmación sin que fueran necesarias las palabras.
La gente, espontáneamente, empezó a aglutinarse en los lugares de peregrinaje de la leyenda Maradona y en los espacios que nuclean la argentinidad: la esquina de Segurola y La Habana, la Bombonera, el estadio de Argentinos Juniors, que lleva su nombre, el antiguo estadio San Paolo de Nápoles (que desde ese trágico día llevaría el nombre de su calciatore más famoso), el Obelisco y la Plaza de Mayo. El presidente Alberto Fernández anunció que Maradona sería velado a cajón cerrado en la Casa Rosada, resignado a no ofrecer resistencia a la demanda popular.
La fila afuera de la Casa de Gobierno se extendió por varias cuadras y hubo muchos peregrinos que no pudieron pasar frente al cajón a darle el último adiós. Los que sí lo lograron apenas tuvieron tiempo para caminar alrededor y arrojarle alguna camiseta. El féretro quedó, al final de la jornada, cubierto de pilas y pilas de casacas de las más variadas: desde la Selección Argentina hasta clubes de barrio con los que cada uno buscó homenajearlo. El clima de dolor, en las inmediaciones, dejó algunas postales icónicas, como esa imagen que dio vuelta al mundo, con la que la prensa internacional intentó retratar el sentimiento de los argentinos por el fútbol y por Maradona: dos hombres bañados en lágrimas se abrazan, consolándose mutuamente, uno con la camiseta de River y el otro con la de Boca.
Al día siguiente, un auto condujo los restos de Diego desde Balcarce 50 al cementerio Jardín Bella Vista, donde ahora descansa bajo una lápida con el epitafio que el propio Maradona pidió alguna vez: “Gracias a la pelota”. A lo largo de todo el camino, los hinchas se agruparon a los costados para darle el último adiós.
Universal
En todo el planeta, desde Iquique hasta Nairobi, desde Nueva York hasta Estocolmo, la muerte de Maradona impactó a todos. El diario inglés The Guardian publicó una caricatura que le valió críticas en su propio país: Diego corre con la pelota, después de amagar a Churchill, Shakespeare, los Beatles, la Reina Isabel, Enrique VIII y David Bowie.
El legendario diario deportivo francés L’Équipe salió a los kioscos con una foto de Diego joven, con la camiseta argentina, y la leyenda “Dios ha muerto”. La revista parisina Libération eligió una foto de Maradona de espaldas, y tituló: “Celestial”. En Uruguay, El Observador escribió “A qué planeta te fuiste”. The Sun, uno de los medios deportivos más relevantes de la cultura futbolera del Reino Unido, tuvo en su tapa la imagen de Diego estirando su mano por encima de Peter Shilton, en los cuartos de final del Mundial 1986, la mayor humillación deportiva que hayan sufrido los ingleses, y escribió “En las manos de Dios”.
En España, el diario Sport escribió que “D10S ya está en el cielo” y Marca, otro de los grandes medios deportivos del mundo, optó por una tapa especial. En lugar de pensar un título original, simplemente publicó una foto de Diego y una de sus frases más icónicas, reproducida íntegramente en la tapa: “Si me muero, quiero volver a nacer y quiero ser futbolista. Y quiero volver a ser Diego Armando Maradona. Soy un jugador que le ha dado alegría a la gente y con eso me basta y me sobra”.
Casi todos los futbolistas del mundo lo despidieron en las redes sociales o le realizaron homenajes especiales en los partidos de esa semana. Pelé escribió que “un día en el cielo jugaremos juntos en el mismo equipo”. Cristiano Ronaldo dijo que se despedía “de un amigo”. Gary Lineker, delantero inglés que sufrió como nadie a Diego en el mundial de México, le dedicó largas y sentidas palabras en la BBC.
No faltó quien cuestionaba la “tardía” reacción de Messi y hasta quien creyó que el heredero no se iba a despedir. El rosarino sorprendió al mundo al día siguiente, cuando, después de anotar un golazo en el Barcelona, se sacó la camiseta culé y exhibió una joya de colección: la edición de la casaca de Newell’s que vistió Maradona, club de donde surgió la Pulga y que recibió a Diego en su última aventura en el fútbol argentino.
Los homenajes a Diego trascendieron el fútbol, e incluso el deporte. Novak Djokovic, confeso admirador del 10, escribió: “Descansá en el paraíso, leyenda”. Los All Blacks, la mítica selección de rugby neozelandesa, jugó a los pocos días contra Los Pumas. En un episodio vergonzoso, los argentinos no homenajearon al diez y quedaron estupefactos ante el tributo de los rivales: posaron una camiseta de Maradona en el césped y le dedicaron el Haka, el baile de guerra ancestral que realizan antes de cada partido, en un gesto que ofrecen a contadísimos privilegiados.
El presidente francés, Emmanuel Macron, escribió personalmente una sentida y emocionante carta, donde lo alabó por su leyenda, lo cuestionó por su acercamiento a líderes como Chávez y Fidel, y cerró con una frase sencilla pero poderosa: “Diego se queda”.