Alberto Fernández le dio una paliza electoral a Mauricio Macri. Del país amarillo a la dura derrota.

En los primeros días de su gestión, Mauricio Macri y el mejor equipo de los últimos años se encargaron de dejar en claro que las promesas de campaña se iban a demorar un poco más de lo pensado producto de la pesada herencia. En ese contexto, se tomaron muchas medidas en contra de la ciudadanía escudándose en lo que se había recibido.

A pesar de que los dos primeros años fueron duros, en las elecciones legislativas de 2017 el país se pintó de amarillo y dio un mensaje contundente respaldando en gran medida a la gestión macrista. Cambiemos obtuvo una victoria a nivel nacional imponiéndose en 13 distritos incluyendo la provincia de Buenos Aires donde la derrotada fue, ni más ni menos, que la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. A partir de ese momento, el oficialismo se llenó de entusiasmo y apretó el acelerador.

La aprobación de las reformas previsional y tributaria supusieron un ajuste brutal a los jubilados y a las provincias. Ese fue el punto de partida para que la imagen de un presidente que venía dulce comenzara a caer estrepitosamente.

Luego de la victoria electoral, Macri anunció los consensos básicos e impulsó una serie de reformas que en campaña había dicho que no iba a hacer. Inesperado. El mensaje fue muy claro: todos van a tener que ceder un poco. La aprobación de las reformas previsional y tributaria supusieron un ajuste brutal a los jubilados y a las provincias. Ese fue el punto de partida para que la imagen de un presidente que venía dulce comenzara a caer estrepitosamente.

Meses después se produjo una nueva devaluación, un récord inflacionario, la consecuente caída de la actividad económica y el regreso al Fondo Monetario Internacional. No obstante, el presidente siguió insistiendo que el camino escogido no solo era el correcto sino que era el único. El oficialismo le exigió a los argentinos un sacrificio tras otro y la sociedad en general soportó estoica tarifazos, inflación, caída de salarios, desempleo, aumento de pobreza y represión. Pero el sacrificio nunca tuvo retribución.

Macri gobernó en contra de las grandes mayorías y sólo una pequeña minoría se vio favorecida por sus medidas. El oficialismo creyó que apoyándose en el relato y sus espadas mediáticas y judiciales alcanzaba. Pero nadie llena una heladera con las preventivas de Bonadio, ni con expectativas de los mercados, y mucho menos con el fantasma del populismo venezolano. Juntos por el Cambio subestimó la realidad.

El oficialismo creyó que apoyándose en el relato y sus espadas mediáticas y judiciales alcanzaba. Pero nadie llena una heladera con las preventivas de Bonadio, ni con expectativas de los mercados, y mucho menos con el fantasma del populismo venezolano.

Las promesas de un futuro mejor que nunca llega cansó al electorado golpeado por la crisis y volcó a las urnas ese descontento. La gran campaña del Frente de Todos, con una buena oferta electoral, hizo el resto. Alberto, Cristina y los demás candidatos supieron interpretar ese descontento y canalizarlo para obtener una victoria absoluta.

Los números son demoledores y quizás sorprende por la contundencia de los mismos, pero viendo toda la película completa se observa un gobierno que ajustó brutalmente y un Macri que omitió todas las señales de alerta. Nunca escuchó a los argentinos, ni tuvo autocrítica. Al contrario, se dio el lujo de advertir que si era reelecto iba a hacer lo mismo pero más rápido. Un sincericidio para una derrota anunciada.