
O cambiamos, o lo peor aún no pasó
En mi condición de candidato a vicepresidente del Club Atlético River Plate durante las últimas elecciones, y desde el dolor que me causa el presente sociocultural de mi país, me permito (con la autorización de los editores de este medio) reemplazar mis esporádicas columnas económicas / financieras por una columna de opinión que intenta (espero que con éxito) reflexionar acerca de cuestiones mucho más importantes que el dinero.
La semana anterior, junto con mi colega Cristian Bruno, dimos una charla de contexto macroeconómico e intentamos explicar cómo dicho contexto impacta en decisiones financieras; y por qué las inversiones verdaderamente disruptivas nunca terminan llegando. Tema muy interesante y esclarecedor de la situación económica estructural que sufre nuestro país, y que prometo abordar en otro momento.
Además de repasar datos duros también abordamos determinadas variables socioculturales y políticas. Si bien lo hicimos con la intención de explicar su efecto en la inversión, llegamos a conclusiones perfectamente aplicables al triste fin de semana que nos tocó vivir.
Esos indicadores socioculturales y políticos que mencionamos sitúan siempre a Argentina de 3/4 de tabla para abajo: en términos de educación, de calidad regulatoria, de respeto por la propiedad privada, de corrupción, y de riesgos políticos. Por eso, me permito concluir que nuestro problema no son los "15 inadaptados"; sino que esos 15 inadaptados son la manifestación del problema: no son la gripe, sino la tos.
Producto de lo acontecido el fin de semana, nos la pasamos escuchando especulaciones políticas de todo tipo. Y si bien la política tiene en parte la culpa de los mantos de sospecha que sobre ella se ciñen, a mi me preocupa más cómo vamos a hacer para solucionar esta situación de decadencia educacional, cultural y de valores que empeora y tardará décadas revertir.
Y me preocupa también ver que quienes nos dirigen (en todos los órdenes) mientras deberían ser los más aptos; en gran parte (considero) no están a una altura moral, cultural y formacional acorde a tamaña responsabilidad. Desde quienes planean operativos; hasta quienes tienen expresiones públicas desacertadas considerando sus roles; pasando por los dirigentes que debían asegurar que con las entradas a un espectáculo deportivo no pasara lo que finalmente pasó, y que contribuyó a crispar aún más a un grupo social ya de por sí violente, frente a un evento que se "vendió" como de vida o muerte.
Veo una sociedad con tumores ramificados. Sin pretender ser simplista, creo que una de las principales causas son algunos componentes de las diferentes conducciones políticas que demuestran falta de aptitud además de una predilección por esta degradación de la que sacan provecho; y que todo lo que tocan lo pudren. Y lo que me genera más miedo es que o cambiamos, o lo peor aún no pasó.