El conteo de votos en la elección presidencial de los Estados Unidos se frenó en los últimos estados claves y mantiene un final abierto que incluso puede extender su definición durante semanas. En una reñida disputa, Biden cuenta con 238 electores contra 213 del presidente Donald Trump, quien sin embargo se apunta arriba por una estrecha diferencia en los conteos en cuatro distritos claves que lo pondrían en la mayoría suficiente para consagrar su reelección.

Durante la madrugada, Trump denunció que los demócratas "quieren hacer fraude" y anticipó que irá a la Corte Suprema para dirimir la situación en Wisconsin, Pensilvania, Carolina del Norte y Georgia, que son los cuatro estados cuyos electores definirán la elección y donde el recuento de votos se encuentra frenado. El republicano se encuentra con una ventaja en los tres pero por diferencias de alrededor de 100 mil votos en los últimos dos y todavía con los sufragios por correo que puede ser favorable al exvicepresidente de Obama.

La campaña de Joe Biden consideró "indignantes" y "sin precedentes" las declaraciones de Trump sobre frenar el recuento de votos y aseguró que el equipo legal "está listo para actuar" ante cualquier intento de resolver los comicios por la vía judicial.

Así, la definición de quien será el próximo presidente de los Estados Unidos se encuentra abierta, cabeza a cabeza, y todo indica que se definirá en la máximo Tribunal norteamericano, donde los conservadores ostentan una mayoría que podría serles favorables. 

Por otro lado, el candidato demócrata, Joe Biden, finalmente logra vencer en el voto popular por algunas décimas (49,8% a 48,5%), luego de que en las primeras horas el magnate multimillonario sorprendiera a propios y extraños con un triunfo parcial que se contrapuso con todas las encuestas previas, las que vaticinaban una ventaja de 6,5 puntos, en promedio, para el ex vicepresidente de Barack Obama.

Si bien Biden tomó la delantera gracias a su victoria en los caudalosos estados de California (55 electores), Nueva York (29), Illinois (20), Nueva Jersey (14), Virginia (13), Washington (12), Massachusetts (11), Maryland y Minnesota (10), Trump emparejó el resultado contra todo pronóstico al obtener Texas (38 electores, 52,2% a 46,5% con 79% de mesas escrutadas) y Florida (29 electores, 51,2% a 47,9% con 96% de mesas contabilizadas), y encabezar en Pensilvania (20 electores, 56,9% a 41,9% con 64% de mesas), Michigan (16 electores, 54% a 43,9% con 56% de mesas), Georgia (16 electores, 53,2% a 45,6% con 82% de mesas), Carolina del Norte (15 electores, 50,1% a 48,7% con 94% de mesas) y Wisconsin (10 electores, 51,7% a 46,8% con 78% de mesas).

Previamente, se había quedado con el triunfo en Ohio (18 electores), Indiana (11), Tennessee (11), Misuri (10), Alabama (9), Kentucky (8) y Oklahoma (7).

La clave entonces del conteo de los votos que faltan en los cuatro estados claves estará en la Corte Suprema que, recientemente, acaba de incorporar a la conservado Amy Baron Cohen por iniciativa del presidente y de la mayoría republicana del Senado.

Expectativa mundial y regional

Todos los ojos del planeta observan hacia los Estados Unidos. En medio de una pandemia que dejó más de 230.000 muertos, una caída histórica de la economía nacional y con la sociedad fracturada como nunca antes, el país norteamericano define esta noche quién será su presidente por los próximos cuatro años, en una elección que se advierte sustancial para el futuro de su posición como líder del mapa mundial.

Históricos por la extrema polarización, la hostilidad entre los candidatos y la coyuntura mundial, los comicios despertaron como nunca el interés de los ciudadanos por votar, dado que el sufragio no es obligatorio.

La contienda como siempre se encuentra signada por la polémica que instauró Trump a partir de su desconfianza en el voto por correo, un mecanismo que será muy utilizado en esta ocasión para evitar propagar los contagios de Covid-19.

Los líderes mundiales vigilan con atención el resultado de los comicios porque saben que serán trascendentales para la organización del planeta en el período 2021-2025. En las urnas se definirá si Estados Unidos continúa con el modelo proteccionista e intervencionista actual, que previo a la irrupción del coronavirus llevó al país norteamericano a una bonanza económica inédita con la tasa de desempleo más baja de la historia (en 3,5%), o si vuelve a apostar al multilateralismo de la mano de Biden, quien podría bajar drásticamente la oposición con China y la Unión Europea.

El problema que arrastra Trump es que su principal activo de gestión se desmoronó con la caótica respuesta ante la crisis del Covid-19, que no solo decantó en funestos índices en materia sanitaria, sino que se tradujo en una caída sin precedentes de la actividad económica: el desplome alcanzó el 33% en el segundo trimestre -pese a que remontó 7% tres meses después- y aún mantiene a 20 millones de personas sin trabajo. Entonces, la pregunta que rodea ahora a los estadounidenses es si el multimillonario es el hombre indicado para volver a poner en marcha el PBI nacional.

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La dinámica de confrontación del Presidente alcanzó ribetes impensados luego de que la sociedad estallara de furia en las calles para reclamar contra la violencia policial que sufren a diario los ciudadanos afroamericanos. Los emblemáticos asesinatos de George Floyd, Breonna Taylor y Jacob Blake convulsionaron a la sociedad, que dijo basta a la ola de abusos.

Trump respondió con su tradicional dogma de "ley y orden", lo que agitó más los ánimos populares y constituyó una nueva grieta insaldable que fue eje de la campaña: a diferencia de su rival, el demócrata Biden optó por reunirse con las familias de las víctimas. Misma división originó la agenda verde. Una de las primeras medidas que adoptó el magnate en su gestión fue quitar a los Estados Unidos del Acuerdo de París; el ex vicepresidente de Obama prometió más compromiso para luchar contra el cambio climático.

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En este contexto, existe gran expectativa en América Latina y en nuestro país respecto del resultado de la elección. Si bien desde la Casa Rosada buscaron mostrar que no se aguardan mayores cambios en las relaciones bilaterales en caso de que Biden salga vencedor, la realidad es que una victoria del demócrata se sentiría como un alivio para Alberto Fernández, especialmente en la negociación con el FMI. A su vez, se espera una política regional menos agresiva que la ejecutada por el republicano que, recientemente, impuso un hombre propio al frente del BID.