Junto a la obesidad, el ébola, el dengue y el VIH, el movimiento antivacunas es una de las 10 principales amenazas mundiales a la salud fijadas en 2019 por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El movimiento antivacunas amenaza con revertir el progreso alcanzado por la lucha contra enfermedades prevenibles. Entre los motivos que esgrimen, están el marketing y lobby de los laboratorios, unas supuestas tasas de efectividad baja en el control de enfermedades y la ausencia de estudios sobre mutaciones y efectos secundarios.

Según advierte la OMS, la vacunación es una de las formas más eficientes para evitar dolencias: actualmente previene de 2 a 3 millones de muertes por año, y podrían evitarse otras 1,5 millones si se mejorara la cobertura mundial de vacunas.

El sarampión, por ejemplo, aumentó un 30% a nivel mundial y reapareció en países como Argentina, que estaban cerca de eliminar el brote. Por este motivo, los profesionales de la salud, aseguran que es necesario advertir los riesgos de esta práctica que amenaza no sólo con afectar a individuos, sino también con retroceder siglos en materia de salud social. 

A principios de marzo, la Secretaría de Salud de la Nación emitió un alerta sanitaria por la presencia del virus, cuando en Rosario un hombre de 35 años, antivacunas, contrajo la enfermedad tras un viaje a Hong Kong.

Desde los organismos nacionales está la intención de redoblar esfuerzos para incrementar la cobertura en vacunación -de hecho Argentina tiene una de las leyes más completas de Latinoamérica en obligatoriedad de vacunación- , pero la propaganda contra las vacunas se masifica rápidamente a través de Internet.

Las consecuencias pueden resultar peligrosas. El aumento de brotes a nivel global, que van desde paperas, hasta HPV y cáncer cervical, se convierten en un peligro sustancial por fallecimientos en algunos casos. En Estados Unidos, se conoció un rebrote del tétanos, el primero en 30 años, en un niño de seis años que casi pierde la vida.

Para contrarrestar y contener esta tendencia mundial, será necesaria una campaña agresiva para promover la información, sobre todo en los sectores vulnerables. Desde el aparato de la salud pública podrá hacerse efectivo.